En pleno desierto saudí, entre las montañas de arena y el calor extremo, se empieza a levantar un proyecto urbano que parece convertirse en el más ambicioso del siglo XXI. Un plan que promete revolucionar la forma de habitar el planeta. Para muchos se trata de un sueño totalmente imposible. La idea que parecía ser simple en los papeles. Una ciudad moderna, sostenible y completamente conectada. Sin embargo, con el paso del tiempo y los enormes costos, comienza a ponerse a prueba su viabilidad.
Una visión que quería transformarlo todo
Desde hace ya mucho tiempo, Arabia Saudí busca dejar atrás su dependencia del petróleo y reinventarse como potencia tecnológica y sostenible. El plan es enorme. Levantar una nueva región modelo, moderna y limpia, donde la innovación sea el motor principal del país. Esa ambición dio origen a Neom, un megaproyecto urbano que combina ciencia, energía renovable y una arquitectura futurista.
Esta apuesta no solo pretende atraer inversiones extranjeras, sino también mostrar al mundo una nueva cara del reino. Una más verde, más moderna y menos dependiente de las excavaciones petroleras. Pero dentro de esta visión había un plan aún más audaz. Uno que quería romper con la idea misma de lo que entendemos por ciudad. ¿Hasta donde llegará la ambición saudí?
The Line, el sueño que se paralizó a mitad de camino
Ese ambicioso plan se llama The Line, una ciudad en forma de línea recta que debía extenderse por 170 kilómetros en medio del desierto, flanqueada por dos muros de edificios espejados. Este diseño prometía una vida sin autos, sin contaminación y con todos los servicios a menos de quince minutos de distancia. Era, en la teoría, la ciudad perfecta. Pero la realidad resultó ser más dura. Los costos se dispararon y las obras se detuvieron. De los 170 kilómetros proyectados solo llegaron a levantarse un par.
El ministro de industria de Arabia Saudí confirmó que las obras están paralizadas pero que el país no abandona la idea por completo. De hecho, sigue adelante la construcción de una gran fábrica de hidrógeno verde, ubicada a unos 75 kilómetros, con el objetivo de atraer mano de obra y mantener viva la zonas mientras el futuro de The Line se sigue pensando. En estos últimos meses, el gobierno encargó una revisión del proyecto para evaluar su viabilidad. Y aunque no se conocen los resultados aún, desde Neom aseguran que el rediseño no significa un abandono completo, sino una revisión estratégica.
Un símbolo que no quiere caer
The Line sigue siendo una prioridad para el país. Según diferentes fuentes oficiales, continúa siendo parte esencial del plan Neom, aunque haya retrasos. La idea es que la ciudad funcione como un modelo de sostenibilidad, autosuficiencia y urbanismo. Sin embargo, las dudas continúan creciendo. Los expertos advierten que mantener una infraestructura de esta escala implicaría costos de mantenimiento enormes y difíciles de sustentar. Esto convertirá a The Line en la ciudad más cara de la historia. Para el gobierno saudí, renunciar no es una opción. The Line representa una promesa de progreso que sigue viva en los discursos.
Esta ciudad nació como una utopía. Una ciudad sin autos, sin contaminación y con tecnología en cada rincón. Pero el sueño se topó con una realidad económica que no es fácil de sobrepasar. Arabia Saudí no cerró este capítulo pero parece haber entendido que el futuro no siempre puede construirse a la velocidad de las ambiciones. El proyecto sigue allí. Entre el polvo del desierto y los renders de los arquitectos, funciona como una advertencia y una inspiración al mismo tiempo. Tal vez, cuando el mundo vuelva a mirar hacia allí, descubra que el sueño saudí no era imposible, solo necesitaba más tiempo.
