Aunque Estados Unidos y Europa supieron liderar, por siglos, el tablero político y económico internacional, los tiempos que corren y la demanda de desarrollo sostenible desafiaron los intereses de la potencia occidental y de los países primermundistas, que fueron superados ampliamente por el esfuerzo de este país en concretar la transición energética en materia solar, eólica y de almacenamiento, que la consagró como líder en el rubro.
Un esfuerzo de décadas
La transformación de esta nación referente en el ámbito de exploración y desarrollo de energías limpias es un asunto que se remonta tiempo atrás. Pues la explosión de productividad que catapultó a la industria tecnológica de su país trajo consigo la inminente contaminación de sus ecosistemas.
Con colosales proyectos a sus espaldas, el gigante oriental hizo uso y abuso del carbón hacia fines del siglo XX e inicios del siglo XXI, que, si bien le aseguró un lugar de privilegio en la carrera tecnológica, también desencadenó fenómenos atmosféricos sin precedentes, que dejaron a metrópolis como Beijing ocultas tras la niebla tóxica.
Además, la crisis del petróleo supuso una instancia de reflexión para los grandes fabricantes y desarrolladores del ámbito industrial asiático, que se enfrentaron al problema de la dependencia de los combustibles fósiles, que, de comenzar a escasear, pondrían en jaque la economía de todo el país.
Bajo estas circunstancias, el creciente interés de China en explorar la transición energética derivó en la producción a gran escala de paneles solares, que catapultó a la nación al podio del desarrollo de los sistemas fotovoltaicos, dando el puntapié inicial para la revolución verde.
Y mientras Europa y EE.UU. se abocaban a proyectos de índole cibernética y resolvían internas políticas, China tomó una decisión fundamental: ser, además de un país consumidor de energías limpias, el mayor productor de las mismas.
Con esa premisa en mente, el gobierno acordó el financiamiento para el sector privado, disparando el potencial de las corporaciones locales, importando productos a gran escala e inundando la vida doméstica de los habitantes con invenciones que demostraron la conveniencia y eficiencia de los dispositivos de transición.
Los principales proyectos
Enfocada en reducir las emisiones de carbono, la nación conducida por Xi Jinping duplicó su capacidad para producir energía eólica y solar. Según Canal Solar, solo entre 2021 y 2024 China pasó de generar 635 GW a 1408 GW, además de reportarse un crecimiento del 27% en ambos rubros entre 2024 y 2025.
Asimismo, el país invirtió fortunas en financiar proyectos para el almacenamiento de baterías de iones de litio, superando con creces los objetivos de Europa y EE.UU. en conjunto. Otra industria en auge que la nación prioriza, y preocupa seriamente a los países del viejo continente, es la de los vehículos ecológicos.
Desde su irrupción en el mercado de la ecomovilidad, China se convirtió en el principal exportador de los transportes, desbancando a Europa, que desde el siglo XX hizo gala de ser la cuna de las firmas de automóviles más exitosas del mundo.
Solo en la primera mitad de este año, la venta de vehículos ecológicos chinos aumentó un 41%, siendo la Unión Europea el principal cliente. Aunque los tentáculos de la potencia oriental también alcanzaron a Latinoamérica, donde Brasil se posicionó como comprador predilecto de los modelos de BYD, como el scooter Dolphin Mini.
En este contexto, la incursión en la innovación energética no solo permitió al país reducir drásticamente sus emisiones de CO2 y subsanar, al menos parcialmente, el perjuicio ambiental generado por décadas, sino también llenar sus arcas del flujo monetario necesario para hacer frente a sus competidores.
Puntos débiles del gigante asiático
Pese a las proezas, China continúa siendo uno de los principales consumidores y productores de carbón, representando este material el 60% de la fuente energética nacional. Además, el consumo de agua para la elaboración de los paneles solares deja en rojo las reservas hídricas y también preocupa a la nación.
Al margen de estas limitaciones, el país renovó ante la ONU su férreo compromiso en continuar desarrollando innovaciones tecnológicas que intentarán proteger al mundo del cambio climático y sus nocivos efectos.
