China es quizás el país con mayor avance en la investigación, desarrollo e implantación de energía renovable del mundo, todos hemos visto muchos avances en este sentido con usos en múltiples sectores, sobre todo en el servicio eléctrico masivo. Parecería que están muy adelantados a Europa en este sentido, pero en realidad todo es un engaño y un espejismo, ya que aún emiten mucho hollín.
China y su aparente emigración hacia fuentes energéticas limpias
China, en los últimos años, ha sido un ejemplo en energía renovable en lo que concierne al uso y construcción de infraestructuras. Tanto así que el 10 % de su PIB está basado en tecnologías limpias como paneles solares y aerogeneradores de muy alto rendimiento, la construcción de vehículos eléctricos muy eficientes y baterías de gran capacidad y durabilidad.
Y es que se han planteado como meta que un gran porcentaje de su economía opere con electricidad proveniente de fuentes renovables. Por lo menos esto es lo que los pone como ejemplo de este tipo de energía limpia con una planificación a largo plazo que busca la creación de un “electroestado” mediante grandes inversiones realizadas para la revolución tecnológica en fuentes energéticas sostenibles.
Pero no todo lo que brilla es oro
La realidad de este escenario es que el carbón continúa siendo una de las fuentes energéticas más importantes y, de seguro, lo seguirá siendo por muchos años por lo que China mantendrá “la mayor cocina de hollín del mundo”, aunque no hay que restarle méritos a sus avances en producción y generación de energía verde. Sin embargo, en forma paralela, el país asiático continúa invirtiendo en energías fósiles.
Y lo hacen de manera intensiva y agresiva como solo lo pueden hacer los chinos. Como prueba se tiene que el 80 % de sus grandes construcciones energéticas son centrales eléctricas que usan carbón y otras fuentes fósiles. Esta contradicción en el uso de energías “sucias” ha atraído diversas críticas a nivel mundial en contra de un país que se muestra liderando el mercado de las renovables con una sólida estructura.
Cuando en realidad presenta un riesgo serio de aumento de las emisiones de CO2 en el planeta. Lo que ha dejado en evidencia las vulnerabilidades en este sector del país asiático es la batalla comercial arancelaria, y en otros terrenos, que mantiene con los Estados Unidos de tal manera que ha debido mostrar al mundo su dependencia del carbón y el petróleo como elementos claves para el mantenimiento de su economía.
Pero China siempre tiene un plan y este caso no es la excepción, puesto que el uso de la energía fósil corresponde a una estrategia de doble fin. Ya que el gigante asiático continúa invirtiendo en el mediano y largo plazo en el desarrollo e implementación de tecnología renovable (como la instalación de los paneles solares en el Tíbet) y sigue con el uso de la tradicional para evitar problemas energéticos en el corto plazo.
Un futuro incierto pero a la vez planificado
Todos los países de Europa han optado por la electrificación total de sus procesos con el fin de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aunque esto represente dificultades en lo concerniente a la generación energética. China ha evitado esto último apostando por ambas fuentes de energía, las renovables y las de combustibles fósiles. Viéndolo bien, esta actitud va de acuerdo con su idiosincrasia del yin y el yang.
En conclusión, China se ha presentado como un ejemplo en el uso de renovables y de electrificación gracias a sus grandes proyectos (como la Gran Muralla Solar que están construyendo y que, una vez terminada, generará 180 000 kWh). Pero también es la mayor cocina de hollín del mundo por estar invirtiendo masivamente en centrales de energía que usan carbón, el cual continúa siendo una fuente muy importante.