Es claro que las tendencias no son siempre buenas, porque lo que es bueno para un país quizá no lo sea para otro, bien sea para el propio territorio o para sus habitantes, pasando por su sistema de gobierno. De hecho, podemos conseguir en la historia muchos ejemplos donde procesos que fueron exitosos en una nación llevaron a otra a un desastre. Sin embargo, en otros casos resulta una buena idea seguirlas. En este contexto, tenemos el ejemplo de España, que ha decidido nadar en dirección opuesta al resto del mundo y aún no sabemos si será lo mejor para todos nosotros.
España tiene su propia agenda, sin mirar las nuevas tendencias
España se obstina con su plan de desnuclearización. La misma se hace de manera gradual y siguiendo una planificación establecida. Esta acción tiene por objetivo eliminar la dependencia de la energía atómica para la producción de electricidad, a pesar de que es un tipo que es limpio, sin emisiones de CO2 y prácticamente inagotable.
Sin embargo, frente a estos beneficios hay desventajas que justifican estos cierres, como la generación de desechos radiactivos que son muy contaminantes. Por otra parte, la atómica es considerada muy peligrosa, tal y como lo demostraron los accidentes nucleares de Chernobyl y Fukushima, donde se liberaron estos residuos con graves consecuencias ambientales y de salud, que se extendieron a muy largo plazo. Y eso es lo que España quiere evitar.
España sigue su cronograma de desnuclearización
A pesar de la tendencia, que siguen casi todos los países del mundo, hacia el desarrollo de la nuclear como forma de enfrentar la actual crisis energética, el gobierno de España se mantiene en sus treces de continuar con el calendario de cierre de sus centrales atómicas, el cual comenzaría finalizando el año 2027 con el apagado e inicio del desmantelamiento de los reactores de Almaraz.
Lo que se debe determinar es si la energía renovable podrá asumir toda la carga de la península o si el sistema eléctrico se convertirá en uno inseguro y no confiable. Por otra parte, la gran mayoría de las naciones de Europa y el mundo están desarrollando planes respecto a la atómica (en otras palabras, el mundo ya se decidió por esta energía a pesar de la clara oposición de la península).
Efectivamente, la Agencia Internacional de la Energía estima que para el año 2050 el crecimiento de la capacidad atómica instalada en el mundo sea de casi 2,5 veces la actual, es decir, pasará de los 380 GW en 2022 a 920 GW. Ahora mismo se están construyendo instalaciones nucleares equivalentes a una capacidad conjunta de 95 GW utilizando los reactores modulares pequeños (SMR por sus siglas en inglés).
Estos equipos son de tamaño reducido comparado con los convencionales, muy flexibles, llevan menor tiempo de instalación y son muy seguros, por lo que España debería considerarlos. En lo que se refiere a las emisiones, la Agencia Nuclear de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico dice que el uso de la energía atómica, durante las últimas tres décadas, ha significado la no emisión de más de 80 gigatoneladas de CO2.
El avance de la nuclear en otros países
Hay muchas naciones alrededor del mundo que no han seguido la política de desnuclearización de España como Alemania que sigue en investigaciones sobre la fusión atómica mientras que Estonia, Suecia y Finlandia desarrollan infraestructuras atómicas para proyectos con SMR. Japón, que también se suma con la aprobación de 10 centrales atómicas, en América, EUA y Canadá también construyen edificios para contener reactores SMR del tipo BWRX-300, entre otros.
En conclusión, aunque no todas las tendencias convienen a todos, hay algunas que deberíamos seguir porque claramente son lo mejor como el resurgimiento de la energía nuclear que actualmente se está dando en otros países de los cinco continentes, pero España sigue firme en su decisión de marchar en dirección contraria al resto del mundo (¿estamos viendo algo que el resto no está percibiendo o estamos ciegos?). Por otra parte, el uso de la nuclear ha significado que se han dejado de emitir más de 80 gigatoneladas de dióxido de carbono.