Grietas en Europa permiten que se cuele: La energía invisible podría volver con más fuerza al continente

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Publicado el: 17 de octubre de 2025
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Europa está enfrentando un momento difícil en cuanto a materia energética. Después de varios años de tensiones políticas, el continente está intentando consolidar una estrategia que le garantice independencia y estabilidad. En medio de estos esfuerzos por diversificar las fuentes, vuelven a aparecer señales que muestran que el equilibrio no está logrado del todo. Los planes de una transición hacia energías limpias avanzan, pero no al ritmo que todos esperaban. Al mismo tiempo, las necesidades energéticas diarias siguen siendo muy altas y es necesario encontrar una solución.

Un continente que está buscando reordenarse

El sistema energético europeo siempre fue complejo. Las distintas realidades económicas, los recursos naturales y desiguales y los diferentes acuerdos generaron un rompecabezas difícil de resolver. Desde que comenzó el conflicto en el este, la prioridad fue clara: reducir la dependencia del gas ruso. Esa estrategia llevó a que se construyan nuevas infraestructuras, terminales de gas licuado y diferentes acuerdos con otros proveedores. Países del norte, centro y sur enfrentan condiciones muy diferentes. Lo que para algunos es una salida para otros es una solución cara y transitoria.

Es así como las decisiones individuales de los Estados comenzaron a pesar más que las opciones comunitarias. El mapa energético europeo está comenzando a redibujarse. Y no siempre el resultado es el que la Unión Europea esperaba.

Cuando los intereses nacionales pesan más

En medio de este entramado, hay dos países que están avanzando en la construcción de un nuevo gasoducto conectado directamente con Rusia. El proyecto, que parece contradecir los esfuerzos anteriores por aislar al país del norte, revela que en muchos casos, las necesidades internas pueden modificar las energías compartidas.

El gasoducto atraviesa territorios claves y se integra al sistema de distribución continental. La paradoja es visible. Mientras Europa invierte millones en reducir su dependencia al gas ruso, algunos actores están reforzando esa conexión. Esto podría significar una grieta en el frente común europeo. No todos los socios están dispuestos a seguir las mismas reglas. Muchos necesitan priorizar el costo energético interno. Hungría y Eslovaquia son la muestra de esto.

La energía que nunca fue

Aunque fuero muchos los intentos por cerrar la puerta a Rusia, el gas sigue sirviendo de gran influencia. Las rutas de suministro se adaptaron, se modificaron los contratos y se ampliaron las fuentes. Pero parece ser, que el flujo nunca desapareció del todo. Lo que cambió fue la forma en la que el gas se mueve. Ahora es más discreta, indirecta y, en muchos casos, a través de intermediarios.

El problema aquí no es únicamente económico. Hablamos de un tema político. Cada nuevo acuerdo que se aleja de la política común debilita la posición de Europa como bloque. Mientras algunos apuestan por la independencia energética, otros buscan precios más accesibles y estabilidad local. Esto genera una tensión interna, y es lo que mantiene viva la «energía invisible» que parte del continente quiere dejar atrás. Europa se enfrenta a un gran dilema: ¿Cómo mantener encendidas las luces si por detrás, en las sombras, siguen habiendo acuerdos? Parece ser un problema para la Unión Europea.

El mapa energético de Europa se mueve entre ideales y realidades. La independencia total del gas ruso aún parece un objetivo lejano. Los últimos movimientos muestran que la unidad europea aun tiene algunas grietas. Los intereses nacionales, las necesidades económicas y las presiones políticas terminan generando caminos que solo logran contradicciones. El desafío a futuro es lograr sostener una estrategia común. Europa sabe que no puede retroceder, pero tampoco puede permitirse crear distancias entre los países que la integran. ¿Será posible que esta energía invisible termine de irse por completo?