La industria del motor vive una de sus transformaciones más profundas en muchas décadas. La aparición de nuevas tecnologías, presiones medioambientales y estrategias globales están reconfigurando el mapa de la producción mundial. En esa carrera, la competencia no siempre se da entre grandes potencias. Algunas veces se da entre vecinos que buscan ganar espacio con decisiones estratégicas y costos más bajos. Aunque hablemos de países vecinos la rivalidad en el mercado sigue estando y muchas veces se hace más fuerte.
Un sector que se está redefiniendo a toda velocidad
La producción automovilística atraviesa un momento de transformación. Los fabricantes deben equilibrar innovación tecnológica, sostenibilidad y eficiencia económica en un mercado que cambia de forma constante y sin frenos. Las plantas de ensamblaje, históricamente ligadas a regiones industriales de larga tradición, ahora compiten con nuevos destinos que ofrecen ventajas fiscales, mano de obra más barata y políticas más flexibles.
Es en este contexto que las empresas del sector buscan mantener su rentabilidad y a la vez asegurar su supervivencia. Algo que no es para nada fácil. La presión por producir y reducir costos acelera un cambio en la industria que no conoce fronteras. Uno de esos movimientos más recientes promete alterar el equilibrio que Europa creía tener asegurado. ¿Quién está moviendo sus fichas y cambiando por completo el juego?
Un golpe totalmente inesperado
Esta noticia sorprendió a mas de uno. La próxima generación de los Citroën C4 y C4 X, dos de los modelos más reconocidos de Stellantis, dejará de fabricarse en la planta madrileña de Villaverde. Se mudará a Kenitra, Marruecos, a partir de diciembre de 2029. Así lo adelantó La Tribuna de Automoción. Y detalla que el contrato actual terminará ese año. La nueva versión se producirá bajo la plataforma STLA Small, la más reciente del grupo.
Aunque la empresa no confirmó públicamente la fecha si se reconoció que el ciclo actual del C4 está llegando a su fin. Sin embargo, el movimiento supone un duro golpe para la industria española que ve cómo uno de sus modelos más emblemáticos se va del otro lado del Mediterráneo. La planta marroquí no es nueva en este juego. Ya en 2024 había recibido 1200 millones de euros en inversiones para ampliar su capacidad de producción igualando al nivel de Vigo. Allí ya se ensamblan modelos como el Citroën AMI y el Fiat Topolino lo que refuerza su posición en el sector.
Marruecos pisa el acelerador y toma la delantera
Este traslado responde a una lógica global que va más allá de una simple reubicación. Marruecos se consolidó como un nuevo polo automovilístico en el norte de África. Esto se debe a su estabilidad política, su cercanía con Europa y los costos laborales bajos. El país además ofrece ventajas fiscales y una red logística eficiente que facilita la exportación hacia el continente. Stellantis no es la única que apuesta fuerte en este territorio. Ya son varias automotrices europeas que analizan seguir el mismo camino. El país podría convertirse en un competidor directo para los grandes centros de producción del sur europeo.
El contraste con España es inevitable. Mientras Villaverde se enfrenta a un futuro poco certero. El CEO del grupo Stellantis había elogiado la producción de la planta madrileña hace apenas un año, sin embargo, los números y los márgenes van más allá de los discursos. Lo que parecía una ventaja consolidada se transformó en una gran advertencia. La producción de vehículos ya no se define nada más por la experiencia sino por la capacidad de adaptarse a un mercado internacional que premia la eficiencia por sobre el orgullo. Marruecos está ganando terreno en una industria que parecía ser europea.
