Durante muchos años, el miedo por el agotamiento de los recursos energéticos se hizo presente en los debates globales. Diferentes gobiernos, empresas y consumidores se prepararon para hacer frente a la escasez. Sin embargo, la realidad actual parece contradecir aquel miedo. Lo que alguna vez fue sinónimo de crisis y límites, hoy se ha convertido en un desafío distinto. Lo que hay que reflexionar es evidente: el problema no es la falta de energía, sino el exceso de una que el planeta todavía no sabe como manejar.
Un cambio de escenario
El mundo se preparó para enfrentar la falta de recursos. Constantemente se hacían presente las advertencias en cuanto al «pico del petróleo». Las predicciones apuntaban a un agotamiento de forma progresiva de los enormes yacimientos y a un encarecimiento inevitable de la energía, Pero la industria encontró una forma de prologar su existencia.
Lo que parecía un horizonte previsible se volvió incierto. La energía ya no es sólo una cuestión de obtención, sino también de gestión. Los países que antes se veían preocupados por el suministro, ahora deben pensar como equilibrar un mercado que parece producir más de lo que puede absorber. Esta nueva realidad, cambiaría por completo los mercados globales y el 2026 se muestra de forma incierta.
Un sistema que produce en exceso
El verdadero problema no es solo cuánto se produce, sino qué hacer con todo esto. El sistema que antes se preparaba para afrontar una crisis, ahora tiene que atravesar un exceso. Los depósitos, oleoductos y terminales tienen una capacidad limitada y mantenerlos saturados implica riesgos económicos y logísticos. Cuando la producción supera lo que puede almacenarse, las empresas deben detener los pozos, frenar operaciones o incluso empezar a vender por debajo del costo.
Esto afecta a toda la cadena. Desde los países exportadores, que dependen de esos ingresos, hasta los consumidores, que se enfrentan a mercados inestables. El exceso de energía negra genera incertidumbre, cambia los precios y pone en evidencia las problemáticas de la energía global. El contexto actual revela una contradicción difícil de resolver. Mientras el mundo quiere reducir la dependencia a los combustibles fósiles, la producción sigue batiendo récords. Este desequilibrio no solo es económico: también amenaza con frenar la transición a modelos más sostenibles.
La abundancia de energía negra
La abundancia energética también plantea un problema ambiental. Mantener un sistema basado en la extracción masiva tiene un costo que no puede ser ignorado. Las emisiones, los residuos y el impacto sobre los ecosistemas son parte de un modelo que necesita pensarse de una nueva manera. Al mismo tiempo, la transición hacia energías limpias no se da de la misma forma en todos los países. Algunos avanzan con mayor decisión, mientras que otros siguen aferrados a los beneficios de la producción tradicional. El resultado es un mundo dividido entre el cambio y la inercia.
El exceso de recursos se convierte así en un desafío. No solo se trata de almacenar, sino de redefinir las propiedades. La abundancia sin propósito puede ser tan problemática como el miedo a la escasez que prevalecía antes.
Lo que por mucho tiempo fue un temor global, terminó transformándose en una nueva clase de crisis. El mundo aparentemente, no se quedó sin energía como se temía, pero tampoco sabe que hacer con los excesos que tiene. Las proyecciones esta vez fallaron, y ahora la humanidad enfrenta el reto de generar un nuevo equilibrio entre abundancia, economía y sostenibilidad. Esto demuestra que las crisis cambian de forma, pero nunca desaparecen completamente. Esta vez, el desafío está en aprender a usar menos, el exceso si no se gestiona de la forma correcta puede ser una gran problemática.