El mar parece que siempre estuvo plagado de leyendas y misterios. Desde hace muchos años que encontrarse con un barco en el medio del océano sin un alma a bordo es un sinónimo de tragedia y de miles de historias. Hay algo inquietante en ver una enorme estructura hecha por el hombre flotando en lo inmenso del océano. Históricamente, un barco sin gente era un barco perdido. Un cascarón a la deriva esperando que las olas lo tragaran o que alguien lo remolcara a un puerto. Pero los tiempos cambian y la tecnología no deja de sorprendernos.
El problema de tener humanos a bordo
Piénsalo un segundo. Casi todo lo que define la arquitectura de un barco tradicional existe porque nosotros, los humanos, somos bastante frágiles y exigentes. Un buque de guerra o de transporte necesita camarotes para dormir, cocinas para preparar comida, baños, sistemas de ventilación, pasillos lo suficientemente anchos para caminar y barandillas para que nadie se caiga por la borda. Necesitamos protección contra el frío, el calor y las balas. Todo eso ocupa un espacio inmenso, añade un peso brutal y, lo más importante, cuesta una fortuna mantenerlo.
La ingeniería naval lleva décadas atrapada en este problema. Queremos barcos más eficientes y letales, pero tenemos que construirlos alrededor de las limitaciones biológicas de su tripulación. Además, el mar es un entorno hostil. Las tormentas no perdonan y el desgaste mental de pasar meses en el agua es real. Por eso, la idea de sacar al humano de la ecuación siempre ha sido el «santo grial» de la estrategia moderna. Hasta ahora, se habían hecho intentos con «drones» marinos pequeños o adaptando barcos viejos para que se manejaran solos, pero siempre quedaba esa sensación de que eran parches, barcos pensados para personas pero manejados por computadoras.
Lo que encontraron a la deriva en medio del mar
La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de Estados Unidos, mejor conocida como DARPA, acaba de presentar algo que rompe todos los moldes. Se llama USX-1 Defiant y es una bestia de 180 pies de largo (unos 55 metros) y 240 toneladas de peso. Lo construyeron en los astilleros de Nichols Brothers. Pero lo más impactante no es su tamaño, sino lo que no tiene: no podrás encontrar ni una sola cama, ni una cocina, ni siquiera un baño.
Este barco, nacido del programa NOMARS (No Manning Required Ship), fue diseñado desde el primer tornillo bajo una filosofía radical. Cero humanos a bordo, nunca. No es un barco adaptado. Es una nueva especie de «chasis marino». Al eliminar la necesidad de mantener viva a una tripulación, los ingenieros de la empresa Serco pudieron hacer cosas que antes eran impensables. El barco es mucho más bajo, más hidrodinámico y sigiloso, porque no necesita altura para que la gente camine erguida. Todo el espacio que antes se usaba para la vida humana ahora se dedica a combustible, motores y carga útil.
Una flota completamente nueva
La diferencia es clave: al no tener que proteger gente, el barco es mucho más barato de fabricar y mantener, lo que permite construir muchos más. Y acá es donde entra la estrategia militar pura y dura. Algo que llaman el escenario «Hellscape» (paisaje infernal). Detallaron planes para usar este tipo de naves en caso de una hipotética invasión china a Taiwán. Esto se podría lograr inundando el estrecho con drones para saturar al enemigo. El Defiant podría cargar con 16 células de misiles, una potencia de fuego considerable para un barco que no arriesga ni una sola vida propia. El lanzamiento de este modelo marca un antes y un después. El prototipo ya esta listo y se pondrá a prueba.
