El petróleo digital ya existe: es peor que la gasolina, y convertirlo en sostenible haría pobre al planeta

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Publicado el: 15 de marzo de 2024
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petróleo digital

La evolución social, económica y tecnológica que estamos atravesando es innegable. Sin embargo, algo bien distinto es si nos planteamos que sea moral. Los científicos están alarmando sobre el primer petróleo digital de la historia, que corre el riesgo de empobrecer al planeta. Una vez más, vemos cómo el retroceso de disfraza de innovación —igual que con esta idea española para encerrar a un millón de animales bajo el mar—.

El oro digital es más bien petróleo digital: la caída en desgracia más extrema

El bitcoin es la criptomoneda más popular del mundo. Se trata de un sistema de pago digital descentralizado que permite realizar transacciones entre usuarios sin necesidad de pasar por intermediarios como los bancos. Lo habrás oído más estos días por volver a cotizar al alza, pero no es nada halagüeño.

Funciona mediante un registro contable público llamado cadena de bloques o blockchain. Los participantes de la red, conocidos como mineros, compiten por validar las transacciones y agregar nuevos bloques a la cadena. A cambio, reciben una recompensa en bitcoins recién acuñados.

Esta minería consume grandes cantidades de energía eléctrica para alimentar los potentes ordenadores que realizan los cálculos. Se estima que el consume actualmente más electricidad que países enteros como Austria o Portugal. ¿Entiendes dónde está el problema en este sentido?

Por este enorme gasto energético, y porque su valor está ligado al precio de la energía, se ha empezado a denominar al bitcoin y las criptomonedas como petróleo digital. No es realmente un oro digital como se creía. Requiere cantidades ingentes de electricidad para extraerse y abusa de los combustibles fósiles.

Lo más peligroso: hacerlo sostenible convertiría al planeta en un lugar sin recursos

El bitcoin es una de las actividades humanas que más CO2 emite al medio ambiente. Se estima que la red Bitcoin consume alrededor de 91 teravatios-hora (TWh) anuales de electricidad, lo que genera cerca de 41 millones de toneladas métricas de emisiones de dióxido de carbono al año.

Para poner esto en contexto, el consumo energético de Bitcoin es comparable al de países enteros. Por ejemplo, supera el consumo anual de electricidad de países como Austria o Portugal. Además, sus emisiones de CO2 son similares a las de grandes contaminantes como la aviación civil.

Se calcula que el sector de la aviación comercial emite alrededor de 2-3 % de las emisiones globales de CO2 por la quema de combustibles fósiles. Bitcoin por su parte, contribuye con entre 0,1-0,2 % de las emisiones mundiales. ¿No te parece una cantidad inaceptable y desmesurada?

Si Bitcoin fuera un país, se situaría entre los 30-40 que más contaminan del mundo. Es un nivel de emisiones claramente insostenible, especialmente si se tiene en cuenta que la red no deja de crecer exponencialmente. Al ritmo actual, en unos años Bitcoin podría estar emitiendo más CO2 que grandes países desarrollados.

Las renovables no son suficientes para el bitcoin: por qué no nos valen

Aunque algunas granjas de minería de bitcoin presumen de usar energía renovable, esto no resuelve el problema medioambiental. La energía verde que consumen podría destinarse a otros usos más sostenibles en lugar de alimentar una actividad tan intensiva y derrochadora.

Además, la ubicación de estas granjas suele estar alejada de las fuentes de energía renovable, por lo que igualmente deben tirar de la red eléctrica convencional. Incluso en los casos donde sí se autoabastecen con paneles solares o turbinas, esto no compensa su enorme consumo.

Como ves, el petróleo digital está lejos de ser una idea descabellada, es más bien amenazante y terrorífica a partes iguales. El problema es que no podemos hacerlo sostenible sin consumir todos los recursos del planeta, dado su extremo crecimiento durante los últimos años. Sería una grave crisis como esta que tiene fecha y va a ser peor incluso que la pandemia. Eso sí, no encendamos las alarmas todavía.