La historia de la primera multa por «exceso de velocidad» de la humanidad: Y no, no fue la DGT

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Publicado el: 18 de octubre de 2025
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Primera multa de velocidad

Desde la aparición de los automóviles, una de las preguntas que más se hizo presente fue la de si su uso debía estar regulado. En los inicios de los vehículos a motor, no existían normas claras, ni demasiadas experiencias previas como para anticipar los peligros. Con el tiempo, esas reglas han ido evolucionando y fueron guiadas por incidentes que marcaron un antes y un después. Así, los primeros pasos de la movilidad como la conocemos actualmente estuvieron llenos de experimentos, errores e historias.

Cuando la modernidad empieza a incomodar

A finales del siglo XIX, la aparición de los primeros automóviles cambio por completo la manera en que nos movemos. Lo que antes era un paseo tranquilo sobre un carruaje. Con el tiempo empezó a transformarse en una experiencia cada vez más veloz, ruidosa y a veces hasta peligrosa. Los habitantes de los pueblos y ciudades no sabían muy bien cómo reaccionar ante estos nuevos inventos.

Los gobiernos, se vieron obligados a crear reglas casi de manera simultánea con la creación de estos modernos carruajes. Algunas de ellas resultaban algo insólitas si las vemos con una perspectiva moderna. Los límites de velocidad eran realmente bajos, las señales eran improvisadas y hasta existía la obligación de que una persona caminara delante del automóvil para avisar su llegada. La tecnología avanzaba, pero en casos como este, la sociedad no sabía muy bien como regularla. Fue en este contexto de prueba y error cuando un conductor fue más allá de lo permitido.

El día que todo cambió en una calle inglesa

El protagonista de esta historia fue Walter Arnold, un británico que en 1896 se animó a probar su grandioso Benz. En esta época, la velocidad en la que se podía circular era de apenas 3 km/h. Pero Arnold fue más allá y alcanzó los 13 km/h, una velocidad que para ese momento era impensada y hasta generaba algo de temor. ¿Cuál fue el resultado? El conductor británico fue perseguido por un agente que iba en bicicleta y terminó siendo detenido.

Por este pequeño exceso, recibió lo que hoy definiríamos como la primera multa por exceso de velocidad de la historia. ¿Cuál era el valor? Un chelín, el equivalente actual a aproximadamente unos 70 euros. Más allá de la historia anecdótica, este hecho marcó un precedente. La modernidad había encontrado un límite legal. El suceso representó el inicio de la fusión entre innovación y regulación. Marcó el inicio de una pregunta: ¿Cuán rápido es demasiado rápido?

Una lección que continúa presente en la actualidad

En su momento, el episodio solo despertó curiosidad. Nadie imaginaba que se convertiría en una lección que seguiría vigente más de un siglo después. El caso de Walter Arnold dejó algo claro: la tecnología avanza, pero necesita reglas. No para frenarla, sino para mantenerla bajo control. Desde ahí empezaron a surgir los límites de velocidad, las licencias y las señales que hoy vemos como algo normal.

Más de un siglo después, seguimos discutiendo los mismos temas, solo que con otro tipo de automóviles mucho más modernos e inteligentes. Pero la esencia no cambió: cada paso hacia el futuro necesita de un freno que regule y controle este avance.

La historia de Walter Arnold parece una anécdota lejana pero fue el punto de partida para la regulación de la relación entre la tecnología y la sociedad. Aquella primera multa no fue solo una sanción común y corriente. Marcó el nacimiento de una forma de convivir. En un mundo donde la movilidad sigue evolucionando, recordar este episodio ayuda a entender que los grandes avances requieren de regulaciones. Además, funciona de recordatorio para entender que los pequeños gestos pueden cambiar la historia.