Llega el frío. Es inevitable. Seis de la tarde y ya es noche cerrada. Llegas a casa con el frío pegado al cuerpo y tu primer instinto es encender la calefacción. Pero justo al lado del radiador, ves la factura del invierno pasado y la pregunta de siempre te golpea. ¿Cuánto nos vendrá este año? Es la gran contradicción que inaugura cada temporada de abrigo. El miedo a la factura se convirtió en una ansiedad moderna. Después de un par de inviernos muy duros miramos la caldera o el radiador con cierta desconfianza.
Europa tiembla de frío
El problema es que esta sensación de inseguridad energética se ha vuelto lo normal en toda Europa. Ya aprendimos que no somos una isla. Lo que pasa en Alemania, o la capacidad de las terminales de gas en Países Bajos, afecta directamente a lo que pagamos aquí. Alcanza con que un eslabón de la cadena falle para que los precios se disparen para todos.
La dependencia sigue siendo el gran fantasma. Europa sigue mirando de reojo las reservas de gas, que este año llegaron al invierno por debajo del objetivo del 90% (se quedaron en 83%). Y hemos cambiado una dependencia (Rusia) por otra (Estados Unidos, de donde ya viene más del 57% del GNL que importamos). Esta fragilidad estructural es lo que nos sostiene detrás en una época donde cada vez hace más frío.
Un invierno más intenso de lo normal
Y por si esa tensión de fondo fuera poca, el tiempo este año no parece que vaya a ayudar. Los meteorólogos están viendo cosas raras en los modelos matemáticos. Hay suficientes indicios para advertir que Europa podría vivir un invierno bastante más intenso de lo que estamos acostumbrados. No hablamos del frío habitual del norte, sino de algo más extremo.La teoría se basa en varios factores.
Por un lado, la Oscilación del Atlántico Norte está más variable, lo que puede empujar las corrientes frías más al sur. Por otro, la Oscilación Ártica muestra signos de que el «vórtice polar» está débil. En lenguaje de todos los días podemos decir que el aire helado del Ártico tiene más posibilidades para «escaparse» y caer sobre latitudes medias. Los análisis ponen a los Balcanes, Francia y, sí, el interior de la Península Ibérica, en la zona de riesgo de olas de frío potentes. Incluso se habla de nevadas en el norte de África. ¿Estamos preparados para tanto frío?
El precio del frío
Si pensamos en el invierno pasado, la lógica nos dice que deberíamos esperar una factura desastrosa. Pero aquí es donde aparece lo más impactante. Todo apunta a que será más benévolo para el bolsillo. Al menos así será en España. Los analistas tienen claro que el gas está mucho más barato que el invierno pasado. Hablamos de que ronda los 30 euros/MWh mientras que antes estábamos en 50 o 55 euros.
Esta caída del gas es calve porque marca el precio de la luz en los meses más fríos. Pero no es la única buena noticia. Este año se instaló un récord histórico de potencia solar en España. Hablamos de más de 9 gigavatios. Y para finalizar, los modelos predicen un invierno con más radiación y menos nubes que el anterior. El resultado: más renovables empujando los precios para abajo y boletas de gas más suaves para nuestro bolsillo.
Hay que disfrutar el momento porque tiene fecha de caducidad. Esta bajada de precios es una situación temporal. Hay dos ajustes que ya están en el horizonte y que nos van a golpear en los próximos años. Este invierno los radiadores se van a encender con menos miedo. Pero esta calma temporal no cambia una realidad vigente. El sistema energético español sigue atrapado.
