En Nairobi, la séptima Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, UNEA-7, ha cerrado con un mensaje claro: el multilateralismo ambiental sigue vivo. Los Estados miembros han aprobado 11 resoluciones y 3 decisiones para hacer frente al cambio climático, la pérdida de naturaleza y la contaminación.
El discurso final lo pronunció Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que habló de un “faro” que guía a los países en medio de la niebla geopolítica. Detrás de la metáfora están cosas muy concretas: aire más limpio, menos residuos y menos hogares arrasados por inundaciones o incendios.
Qué se ha decidido en la UNEA-7
Las delegaciones reunidas en la sede del PNUMA aprobaron resoluciones sobre la gestión responsable de minerales y metales clave para la transición energética, sobre químicos y residuos y sobre el uso sostenible de la inteligencia artificial. También se acordaron medidas para reforzar la cooperación internacional contra los incendios forestales y para proteger glaciares y arrecifes de coral, dos ecosistemas especialmente expuestos al calentamiento global.
Los países adoptaron además una declaración ministerial que promete acciones “audaces” para aplicar los acuerdos ambientales ya firmados y garantizar una participación más justa e inclusiva. En otras palabras, no se trata solo de firmar documentos, sino de ponerlos en marcha contando con comunidades locales, jóvenes y otros actores que viven el impacto ambiental en su día a día.
Un faro de multilateralismo en tiempos difíciles
Andersen reconoció que al inicio de la Asamblea había diferencias claras entre países, algo lógico cuando se sientan casi 200 gobiernos con intereses distintos. Pero subrayó el esfuerzo de diálogo, los compromisos y las largas horas de negociación que han permitido llegar a acuerdos y “encender” ese faro del que habla.
Según el PNUMA, más de 6.000 personas de 186 países se acreditaron a lo largo de la semana, incluyendo delegaciones oficiales, jóvenes, ciudades, pueblos indígenas y organizaciones sociales. La presencia de tantos actores refuerza la idea de que la respuesta a la crisis ambiental no solo ocurre en los despachos, sino también en barrios, campos y empresas de todo el mundo.
El reto del dinero y lo que viene ahora
Con los nuevos mandatos aprobados, Andersen pidió a los Estados reforzar el Fondo para el Medio Ambiente del PNUMA, con la meta de reunir 200 millones de dólares en dos años. Este fondo sirve de base para movilizar cerca de 3.300 millones en programas y políticas en todo el planeta, desde energía limpia hasta proyectos para reducir la contaminación.
La directora también reclamó una reposición sólida del Fondo para el Medio Ambiente Mundial y más recursos para los fondos de clima y biodiversidad, pensando ya en las próximas grandes cumbres. Entre ellas están la COP31 de clima y las nuevas conferencias sobre biodiversidad, desertificación y especies migratorias, que serán la prueba de si las promesas de Nairobi se traducen en cambios reales sobre el terreno.
Al mismo tiempo avanzan otras piezas del puzle, como el acuerdo para proteger la biodiversidad marina en alta mar y las negociaciones de un tratado global sobre plásticos. Pero fuera de las salas de negociación siguen las sequías, las inundaciones y los incendios que mucha gente sufre en primera persona, por lo que el mensaje final fue claro: el camino está trazado, ahora toca recorrerlo con rapidez.
El comunicado oficial ha sido publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.











