China ha puesto en marcha un plan ambicioso para asegurarse el control del futuro global y este no tiene que ver solamente con tener mejores ejércitos o más territorio. Se trata de dominar la tecnología más avanzada, la que definirá las próximas décadas. El secreto de esta carrera por el liderazgo está en un recurso que todos usamos, pero que nadie considera como el factor clave, es algo que hoy en día, está al alcance de todos, pero no somos conscientes de que aunque no se pague directamente por usarlo, tiene un precio muy caro.
Las cosas se están saliendo de control
El mundo tecnológico está viviendo un crecimiento explosivo, pero toda esta nueva revolución está chocando contra una pared invisible. Las empresas más grandes del planeta están descubriendo que su capacidad para seguir creciendo está limitada, pues aunque nos cueste aceptarlo, la realidad es ya no hay suficientes enchufes ni suficiente potencia para alimentar sus gigantescas infraestructuras.
Los expertos ya no discuten sobre quién tiene más petróleo o mejores fábricas viejas, pues el nuevo mapa de poder se está reordenando por completo alrededor de este recurso vital. La analista June Yoon lo ha dejado claro: si el siglo pasado fue del petróleo, este será de la corriente. China, al entender esto, ha pasado a ser el «Electroestado» más grande del planeta.
Pero ¿Cuál es, entonces, el verdadero plan de China para tomar el control? El futuro de la humanidad, para Beijing, está en la energía abundante y barata para la nueva revolución digital. Su estrategia es subsidiar hasta un 50% el precio de la electricidad para las empresas que usen su tecnología, asegurando así que su Inteligencia Artificial sea la más barata del mundo.
La paradoja del enchufe y el chip
Mientras que en Estados Unidos las grandes tecnológicas (Google, Microsoft, Amazon) ya contemplan la desesperada idea de construir sus propios reactores nucleares para mantener encendidos sus servidores y otros buscan energía fuera de la Tierra, China ya tiene la fórmula. La paradoja es simple, pues Occidente tiene los mejores chips, pero carece de suficientes enchufes baratos para conectarlos.
China ya genera más de una cuarta parte de su electricidad con energías renovables y ha desarrollado una red de líneas de ultra-alto voltaje (UHV) que transportan energía limpia desde el interior (donde es abundante y barata) hacia las zonas costeras donde se concentran los grandes centros tecnológicos. Este sistema, asegura que la electricidad sea el motor y no el límite de su crecimiento en IA.
China cambia electricidad por independencia
La clave de la estrategia china no es solo tener muchísima energía en sus centrales, es usar esa electricidad como si fuera una poderosa herramienta para asegurar su soberanía nacional y vencer a la competencia. El gobierno de Beijing aplica esto de forma muy inteligente, pues subsidia las facturas de electricidad hasta en un 50% para todos aquellos centros de datos que tomen la decisión de utilizar chips, fabricados por empresas como Huawei y Cambricon.
Esta medida tiene un doble y muy poderoso propósito, comenzando porque sirve para compensar la menor eficiencia de sus chips, pues como los procesadores locales no son tan potentes como los de Nvidia y consumen más electricidad, el subsidio compensa ese gasto extra, haciendo que el costo operativo total sea mucho más atractivo y barato.
El segundo y más importante propósito es impulsar la adopción local, pues al premiar a las empresas con electricidad tan asequible, las obliga de facto a usar procesadores de fabricación china. Esto es vital, ya que permite a los desarrolladores recopilar datos, mejorar los diseños y, con el tiempo, cerrar rápidamente la brecha tecnológica con Occidente.
No podemos negar que estamos en un mundo lleno de tecnologías, donde la inteligencia artificial, llegó para quedarse, sin embargo, para seguir usarla necesitamos enormes cantidades de energía. China ha entendido que el futuro no está en la posesión de un chip extranjero, que puede ser bloqueado, sino en la soberanía del enchufe. Al asegurar energía abundante y subsidiada para su tecnología, China se posiciona para dominar la próxima revolución digital, mientras que Italia toma otros caminos misteriosos y Occidente aún busca dónde conectar sus chips.
