El diálogo acerca de las energías renovables es cada vez más interesante. Se pasó de hablar sobre petróleo y carbón al beneficio que tienen los paneles solares, de las baterías de plomo al hidrógeno verde y de la energía eólica a la energía undimotriz. El mensaje es evidente: requerimos energía limpia, económica y abundante para enfrentar este siglo. Y parece que ahora, todos están en la búsqueda del santo grial energético antes de que nuestro planeta se desintegre.
El bosque oscuro de las fuentes de energía
A primera vista, hay un panorama alentador. Anualmente se presentan nuevas tecnologías y promesas de emisiones nulas, ciudades sostenibles y transportes eléctricos. Todo suena agradable ¿No? Sin embargo, tras este destello verde en el horizonte, existe una verdad incómoda: la transición energética no es un acto de magia. Alguien cubre el costo ambiental.
Efectivamente cambiar los combustibles fósiles por algo más sostenible es necesario, nadie lo discute. Sin embargo, también es cierto que para producir esas baterías “ecológicas”, esos vehículos “futuristas” y esas turbinas “benefactoras”, se necesita algo aún más profundo y literalmente arriesgado: extraer metales y minerales a una velocidad que el planeta nunca ha experimentado.
Desde hace mucho tiempo se sabe que la minería es una de las industrias más contaminantes y peligrosas. Los relaves, las explosiones, residuos mineros y paisajes convertidos en desiertos, ha sido el precio del “progreso”. Pero, esto no queda en tierra firme, la historia está a punto de cambiar y repetirse en el único lugar del planeta que no se ha destrozado: el fondo del mar.
Un paso hacia lo desconocido
Mientras en la superficie se vuelven a usar velas en los buques, allá abajo se esconden grandes tesoros y no solo se habla de cofres de piratas o especies marinas únicas. Protegido bajo una presión capaz de aplastar el acero se esconden minerales codiciados: níquel, cobalto, magnesio y, quizás, algún otro metal raro aún no descubierto.
La minería submarina se vende cómo la clave para impulsar las baterías, energías limpias y la tecnología, promete riqueza para alimentar la transición energética. Se dice que sin cobre, cobalto, níquel y demás, no podría realizarse este cambio. Y ahí, en lo más profundo del mar, están los depósitos más ricos y puros.
No solo se trata de afectar el fondo del mar. El océano es el regulador del planeta, controla el clima gracias a la absorción de rayos UV, contaminación y, algo no menos importante, genera oxígeno. Mover su equilibrio es jugar con el clima, la pesca, la cadena alimenticia y la estabilidad de los ecosistemas.
El planeta no está preparado para el riesgo
Algo no menor es la vida marina, el fondo del mar es el único lugar del mundo sin alteración. Claro, es explorado por los científicos, pero solo para recopilar información. Estas criaturas son algunas de las especies más antiguas del planeta, lo que las vuelve sensibles a las alteraciones. Ciertas especies requieren estos sustratos para sobrevivir, como sucede con las especies de corales y esponjas, por lo que quitarles esto es disminuir su tiempo de vida.
La ciencia es clara, aún no se entiende y comprende todo lo que hay allá abajo. Sin embargo, la carrera ya empezó, unos países quieren aprovechar la oportunidad y ser los primeros, pero otros temen a las consecuencias globales. La ONU ya expresó su preocupación, pero las empresas presionan y los tratados están en la cuerda floja.
Esto no es solo una historia de terror, es una batalla pura que no es por los minerales; es por el poder, el control y el futuro. La decisión no puede ser tecnológica, debe ser ética. ¿Qué tan dispuesto se está para alterar de forma irreversible él único lugar del planeta que no ha sido tocado por el ser humano?
La crisis climática empuja a buscar nuevas tecnologías. Pero no hay que correr sin antes mirar, ya que, podemos caer en un precipicio profundo. Hoy la minería submarina es una puerta entreabierta, si se cruza no hay marcha atrás. No habrá campaña ni parche verde que lo arregle. Lo más sabio que podemos hacer, por contradictorio que parezca, podría ser no tocar nada. Porque a veces, el verdadero progreso es detenerse. Si quieres ver más enlaces cómo este, acá te contamos el plan de EE.UU que podría poner fin a los paneles solares.











