Hace un siglo se inventó un elemento clave para la salvación del planeta, aunque la base del mismo tuvo su origen en tiempos del antiguo Egipto. Cuando se creó esta innovación no estaban dadas las condiciones para que se le diera un uso masivo. Sin embargo, ahora es diferente y cien años después todo apunta hacia su aplicación extendida en todo el mundo, pero especialmente en Europa. Esto considerando que su diseño se corresponde con las normativas ambientales europeas y representa un importante ahorro en costes.
Este invento fue escondido en el baúl de los recuerdos y ahora lo sacan para salvar el planeta
El origen de las velas de los barcos se remonta entre los años 3200 y 2700 a.C. cuando los antiguos egipcios las utilizaban para navegar por el río Nilo. Diferentes civilizaciones las emplearon de diversas formas para aprovechar el viento, hasta que se hizo poco conveniente su uso frente a la necesidad de recorrer enormes distancias en menor tiempo y luego del invento de la propulsión a vapor.
Las velas tienen la gran ventaja de que son nulas en cuanto a las emisiones carbónicas, es decir, no son contaminantes, pero presentan el problema de depender de la presencia de vientos. De allí que cuatro mil años después se produjo una modificación que planteó eliminar la dependencia eólica.
Anton Flettner propuso el uso del viento en el siglo XX cuando los motores a vapor y de combustión copaban la escena, pero no se trataba de utilizar velas, sino algo más propio de la ciencia ficción. Era una propuesta sustentada en el principio del efecto Magnus como parte de una teoría física sólida y concreta.
Perdió la batalla frente al petróleo y se guardó en el recuerdo como algo que pudo haber sido y no fue
El rotor Flettner es un complemento eficiente del motor de combustible fósil porque reduce su consumo, sobre todo durante la ruta transoceánica cuando las ráfagas constantes de viento producen un mejor empuje lateral por efectos de la rotación. Este mayor y eficaz impulso se traduce a una menor huella de carbono.
Los resultados de las pruebas técnicas de la invención fueron positivos, pero para la época había precios reducidos del petróleo y se estaba en medio de una crisis económica que azotaba al mundo. Este escenario puso en pausa una tecnología que tal vez habría producido una acentuada transformación del transporte marítimo.
Grandes compañías modernas ahora ponen atención en algo que habían dejado atrás hace mucho tiempo
Esta tecnología de antaño estaría siendo rescatada por compañías como Norsepower quienes estarían encontrando en los rotores Flettner la solución a sus problemas de transporte. Han realizado algunos cambios a los primeros prototipos y están obteniendo un ahorro importante de combustible. Los barcos de esta compañía, según el viento y la ruta, estarían alcanzando un ahorro entre 5 % y 25 % de combustible con las siguientes modificaciones:
- Uso de materiales compuestos ligeros
- Inclusión de sistemas automáticos de control
- Instalación de sensores de ajuste de la velocidad de rotación para maximizar el empuje.
Otras empresas que han seguido los pasos de Norsepower han sido la naviera francesa CMA CGM y la compañía de ferry alemana danesa Scandlines. La primera ha comenzado a realizar pruebas con velas rotatorias en algunos de sus buques de carga, mientras que la segunda la dispuso en unidades que operan en rutas comerciales.
En conclusión, el sector marítimo responsable del 3% de la huella de carbono enfrenta una presión legal creciente para reducir las emisiones y por ello un siglo después destapa el baúl de los recuerdos. En unos tiempos donde el cambio climático apunta a nuevas reglas de actuación, este invento que una vez fue rechazado ahora comienza a adquirir vigencia porque es considerado clave para salvar el planeta. Todo apunta a creer que los buques del futuro volverán a tener velas, pues ya no se hace referencia únicamente a la eficiencia económica sino a la necesidad de responder a la urgencia climática.