Elon Musk ha prometido una revolución en la conectividad global con su servicio de internet satelital, Starlink. La promesa es llevar internet de alta velocidad a cualquier rincón del planeta, sin embargo, detrás de esa ambiciosa promesa se esconde un gran secreto que podría perjudicar enormemente a nuestro planeta.
El internet de Elon Musk
Todos conocemos al multimillonario Elon Musk, sin embargo, no todos sabemos sobre sus promesas, como la de llevar internet a todo el planeta, para lo cual su empresa, SpaceX, ha lanzado más de 8000 satélites desde 2019.
Pero su gran despliegue ha causado una preocupación creciente entre los astrofísicos y agencias espaciales. El problema no es solo la cantidad de objetos que orbitan la Tierra, sino lo que sucede con ellos al terminar su vida útil, que se estima en sólo cinco años.
Existe un lado oscuro en el modelo de negocio de este internet satelital. El diseño de estos satélites se basa en la idea de que serán reemplazados constantemente, lo que significa que una cantidad significativa de ellos está destinada a caer a la Tierra de forma regular.
La realidad es que una cantidad preocupante de estos satélites de Elon Musk se desploman desde el espacio casi a diario, contribuyendo a la basura espacial y generando serias preguntas sobre la sostenibilidad del espacio y los riesgos para nuestro planeta.
Una lluvia de satélites
Hace poco vimos como un proyecto llegó a mover nuestro planeta y ahora, según el investigador Jonathan McDowell, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, los satélites Starlink están abandonando sus órbitas y cayendo a la Tierra con una frecuencia que alarma a la ciencia.
Están cayendo entre uno y dos satélites Starlink cada día y si consideramos el ritmo al que SpaceX continúa lanzando unidades (solo en 2025 se lanzaron al menos 2,000), se espera que esta cifra aumente rápidamente a un promedio de unos cinco satélites diarios que abandonarán la órbita.
Esta expansión trae consigo un desafío adicional, pues el riesgo de colisiones en serie en el espacio, un fenómeno conocido como el síndrome de Kessler, donde cada choque crea más desechos que, a su vez, provocan más choques.
¿Un peligro o una exageración?
Los videos de estos satélites cayendo a la Tierra se han vuelto virales, pero la buena noticia es que están diseñados para desintegrarse y quemarse antes de llegar al suelo, así que no suelen ser peligrosos para las personas o los edificios, pero sí lo son para nuestro planeta.
Un informe de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) predice que unos 28 000 fragmentos de satélite caerán anualmente, lo que aumenta los riesgos de impacto contra personas o construcciones en un 61%.
Y eso no es todo porque también pueden tener efectos atmosféricos. A pesar de que estos objetos están diseñados para quemarse y desaparecer por completo en el cielo antes de que toquen el suelo, la gran cantidad de satélites que se están cayendo y desintegrando está creando un problema serio.
Sucede que durante esa caída y la quema, los materiales metálicos de los satélites liberan partículas que se esparcen en el aire, lo que podría ser muy dañino, pues estas partículas contaminantes podrían dañar la capa de ozono.
El investigador McDowell advierte que, si bien es «difícil saber qué tan grande será el impacto», existe un riesgo real de que se produzcan «daños importantes» si cada vez caen más satélites y esa incertidumbre inevitablemente nos deja muy preocupados.
Sin duda el proyecto de Elon Musk, es ambicioso y útil, al igual que su plan futurista con robots, sin embargo tiene un costo ambiental oculto. Los científicos advierten que debemos investigar rápido si esta «lluvia» de satélites está dañando la capa de ozono y la composición de nuestro cielo, pues la búsqueda de la conexión global podría estar destruyendo nuestro planeta.