Hace más de 15 años, España estaba muy preocupada por su dependencia del gas natural, especialmente de países como Argelia y Rusia. Para intentar ser más independiente en energía y tener reservas estratégicas, el Gobierno impulsó el ambicioso proyecto Castor, pero ¿De qué se trata. La idea era simple: crear un gran almacén submarino de gas, sin embargo, lo que iba a ser un símbolo de seguridad energética se convirtió rápidamente en un desastre millonario.
El proyecto Castor fue un fracaso
El proyecto Castor comenzó en el Gobierno de Zapatero y continuó con el de Rajoy. Consistía en un almacén ubicado frente a la costa de Castellón y Tarragona, diseñado para guardar gas natural en un antiguo yacimiento a unos 1700 metros de profundidad. La obra fue ejecutada por la constructora ACS, controlada por Florentino Pérez, a través de su filial concesionaria Escal UGS, sin embargo, terminó siendo todo un desastre.
Los problemas fueron mucho más allá de lo económico: un estudio confirmó que la inyección de gas de prueba en 2012 provocó los terremotos que asustaron a la población de Castellón. Un año después, en 2013, el ministro de Industria ordenó el cierre total y el fin de la actividad. Pero, ¿cómo un almacén de gas terminó costando miles de millones y causando temblores?
Una gran pérdida de dinero
El almacén submarino de gas solo llegó a operar en pruebas y nunca pudo funcionar del todo. Fue un agujero negro financiero. Pero el mayor escándalo vino después del cierre. En 2014, el Gobierno de Rajoy aprobó una indemnización express de 1350 millones de euros para la constructora ACS, que gestionaba la obra a través de su filial Escal UGS.
La idea original era que todos los españoles pagaran esa gran compensación millonaria a lo largo de 30 años con un pequeño extra en su factura del gas. Pero, en 2017, el Tribunal Constitucional dijo que esa medida era ilegal, frenando los pagos y el Estado tuvo que pedir dinero prestado para saldar la deuda con los bancos que habían adelantado el dinero. Así, el Gobierno terminó pagando una deuda enorme que nunca debió existir.
Diez años después de su cierre, el Proyecto Castor sigue siendo un ejemplo de fracaso que pagamos todos. Un ejemplo claro son las pérdidas por mantener las instalaciones, pues desde que la constructora ACS se fue en 2014, cuidar de esas estructuras «dormidas» en el mar ha costado más de 100 millones de euros sin que sirvan para nada.
Lo peor es que aún hay un gran lío con la devolución del dinero. La justicia ordenó que la empresa Escal UGS (de ACS) regresara 209,7 millones de euros que había cobrado de más, pero no se sabe si lo hará porque la empresa se declaró en bancarrota en 2019. Lo más frustrante es la falta de castigo, pues a pesar de los temblores y el desastre, la justicia no encontró culpables por los daños ambientales.
El cierre definitivo
Mientras España intenta salir adelante con otros proyectos, el Proyecto Castor se convirtió en un clásico ejemplo de «socialización de pérdidas». Los constructores y los bancos ganaron dinero o fueron compensados, pero lamentablemente, las consecuencias del fracaso (los temblores y el agujero financiero) recayeron sobre las personas.
Recientemente, el gobierno ha confirmado el cierre definitivo del proyecto. El desmantelamiento del almacén comenzará en mayo con el sellado de los trece pozos submarinos. Para tratar de recuperar algo del dinero perdido, el Estado planea vender por partes todo lo que se pueda rescatar de la infraestructura, lo que se espera que reduzca las pérdidas en unos 260 millones de euros.
Sin duda, el proyecto Castor se convirtió en un megafracaso. El gran problema no solo fue la pérdida de cientos de millones de euros que terminaron pagando todos los españoles, sino que lo más grave fue que nadie se hizo responsable de lo ocurrido. El proyecto se hizo sin estudiar bien los riesgos del terreno, lo que terminó causando los temblores que asustaron a la población. Este caso nos recuerda que necesitamos ser mucho más transparentes y hacer estudios muy serios antes de aprobar cualquier proyecto que ponga en peligro el dinero de todos o la seguridad de la gente. Esperemos que no suceda lo mismo con el polémico plan de China, que está asustando a todos.
