En la Antártida occidental, un robot submarino llamado Ran se coló bajo una plataforma de hielo del tamaño de una provincia y “vio” algo que ningún satélite puede mostrar: mesetas, escalones y huecos con forma de lágrima en la parte de abajo del hielo. Lo inquietante vino después: en una campaña posterior, el vehículo no volvió al punto de recogida y se quedó mudo bajo el hielo.
Detrás de la misión está la oceanógrafa Anna Wåhlin, de la Universidad de Gotemburgo, dentro de la colaboración internacional que estudia cómo el océano está comiéndose las plataformas de hielo por debajo. Lo que Ran llegó a mapear cambia la foto mental de “hielo derritiéndose sin más” y obliga a afinar los modelos que intentan anticipar el aumento del nivel del mar. No es poca cosa.
Un robot que se mete donde no llega nadie
Ran es un vehículo submarino autónomo, o sea, un “submarino robot” sin tripulación que sigue rutas programadas y guarda los datos para recuperarlos cuando vuelve a la superficie. Dicho de otra forma: hace el trabajo sucio de exploración mientras los humanos miran el mapa y cruzan los dedos.
Bajo cientos de metros de hielo no hay GPS ni cobertura, así que no existe una videollamada de rescate si algo sale mal. Es como mandar un dron a un sótano enorme, a oscuras y sin WiFi… solo que el sótano es el océano antártico.
La “cara B” del hielo que el satélite no ve
En 2022, Ran pasó casi un mes haciendo idas y venidas bajo la plataforma de hielo de Dotson, en el mar de Amundsen. Con un sonar de alta resolución apuntando hacia arriba, trazó mapas detallados de un área de alrededor de 130 kilómetros cuadrados y recorrió más de 1.000 kilómetros en total.
Ahí aparecieron estructuras que parecen sacadas de un paisaje erosionado: terrazas apiladas como escalones, depresiones alargadas y cavidades con forma de lágrima, además de grietas que atraviesan el hielo y se ensanchan por abajo. La clave es que todo eso estaba oculto, igual que en la Antártida sin su gran masa de hielo, que solo se entiende cuando “levantas la alfombra” con datos nuevos.
Por qué el deshielo no ocurre “a lo uniforme”
Los investigadores señalan a un sospechoso habitual: las aguas profundas circumpolares, una masa de agua relativamente más cálida que, cuando logra colarse hasta la base del hielo, acelera el derretimiento desde abajo. En la práctica, es calor entregado justo donde más duele.
En Dotson, esa entrada de agua y la fuerza de las corrientes no actúan igual en todas partes, y por eso una zona se “come” mucho más rápido que otra. Además, las grietas pueden funcionar como auténticos carriles de aceleración para el calor: canales estrechos donde el agua concentra su energía y deja cicatrices profundas en la base.
Cuando Ran no volvió, quedó una pista para el futuro
El equipo regresó en 2024 para repetir mediciones y ver cambios, pero solo pudieron completar una inmersión antes de que el vehículo desapareciera. Según la International Thwaites Glacier Collaboration, Ran no reapareció en el punto acordado y, tras buscarlo, dieron la misión por perdida, con la sospecha de que quedó atrapado bajo el hielo.
Aun así, lo que ya había enviado sirve para ajustar predicciones que afectan a medio planeta. Si el océano sigue calentándose, lo notaremos en la costa, en puertos, en temporales y en lugares vulnerables como Kivalina, el pueblo que se queda sin margen.
El estudio principal ha sido publicado en Science Advances.
