Como ya sabemos, el transporte es un sector clave en el proceso de descarbonización del modelo energético. Concretamente, en España representa el sector con mayor volumen de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Según un reciente informe presentado por Deloitte, durante los últimos quince años ha sido el sector de actividad que menos ha reducido las emisiones de GEI, solo un 8%, mientras que la generación eléctrica y la industria han alcanzado una reducción de las emisiones de entre el 31% y el 32% durante el mismo periodo de tiempo.
Si comparamos este sector con la edificación y la industria, el transporte dispone de una mayor madurez en las soluciones técnicas para su completa descarbonización, presenta mayor homogeneidad en la tipología de activos, y los ciclos de renovación de los mismos son mucho más cortos. Por eso, es fundamental establecer unos objetivos de reducción de emisiones de GEI más ambiciosos y que permitan una descarbonización eficiente y efectiva.
Para combatir esta delicada situación se está produciendo poco a poco una revolución en el transporte de pasajeros. El paradigma del vehículo de combustión interna, en propiedad, no conectado y conducido por una sola persona está evolucionando con creces hacia el vehículo híbrido y eléctrico, compartido, conectado y conducido de modo autónomo gracias a sistemas basados en inteligencia artificial.
El nuevo paradigma es una realidad que cada vez se está haciendo más tangible, donde la penetración de la digitalización en este entorno y el grado de colectivización del transporte serán los pilares fundamentales que asentarán el futuro de la movilidad de los pasajeros.
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