Justo estos días recordábamos que han pasado cuatro años desde que la pandemia irrumpió en nuestras vidas, pero nadie se acuerda ahora de otra catástrofe que esquivamos. La alerta que China envió a España esta semana se podría haber quedado en nada: así fue cuando Europa entera pudo haberse quedado a oscuras y congelarse, de lo que solo han pasado dos años y hoy volvemos a poner de relieve.
La crisis que veíamos venir y a la que nadie quería hacer caso
Hace dos años, Europa vivió una de las mayores crisis energéticas de su historia reciente. El invierno de 2022 fue frío en todo el continente, lo que provocó una demanda récord de gas y electricidad. Al mismo tiempo, los suministros de energía se vieron severamente limitados por las sanciones a Rusia.
Esta tormenta perfecta dejó a Europa al borde de apagones masivos y racionamiento de energía a gran escala. Los precios del gas y la electricidad alcanzaron niveles nunca antes vistos, asestando un duro golpe a hogares y negocios. La crisis energética puso en jaque la recuperación económica tras la pandemia.
Afortunadamente, la situación pudo ser controlada gracias a medidas de emergencia y solidaridad entre países. Pero la crisis dejó lecciones que no pueden ser ignoradas, sobre la necesidad de acelerar la transición energética y diversificar las fuentes de suministro.
A dos años de este duro episodio, Europa ha logrado superar la emergencia, pero sigue trabajando para reforzar su sistema energético y prevenir futuras crisis. Bueno, vamos a darle un enfoque más realista: ¿crees que realmente hemos aprendido algo? Nuestro sistema energético no es más resiliente.
La Rusia de Putin, el culpable más evidente de esta crisis
Europa se enfrentó a una grave crisis energética durante el invierno de 2021-2022 debido a varios factores que provocaron escasez de gas natural y electricidad. El principal fue la fuerte dependencia de la importación de gas natural de Rusia.
Durante décadas, Europa construyó una infraestructura energética muy vinculada al suministro ruso a través de gasoductos. Esta dependencia resultó peligrosa cuando las tensas relaciones con Rusia derivaron en conflicto armado por la invasión de Ucrania en febrero de 2022.
Rusia utilizó el gas como arma geopolítica y fue reduciendo el flujo hacia Europa, que no pudo compensar la falta de suministro a tiempo. La guerra agravó una situación que ya venía fragilizada por la falta de inversiones en capacidad de generación eléctrica y por problemas en el funcionamiento de las centrales nucleares francesas.
Desde apagones hasta racionamiento: todo lo que se vivió en Europa
El invierno de 2022 fue durísimo en toda Europa. El fuerte frío provocó un incremento del consumo eléctrico y gasístico a niveles récord, poniendo al límite la capacidad de producción y transporte energético del continente. Recordarás que países como Alemania o Finlandia sufrieron bastante más que, por ejemplo, España.
Uno de los pasos más dramáticos fue la introducción de cortes de luz programados o apagones controlados en Francia, Alemania, Italia y otros países. La población tuvo que soportar interrupciones del suministro eléctrico de 2 a 4 horas diarias en ciertas zonas.
Otra medida fue el racionamiento obligatorio del gas natural a determinados sectores industriales, como metalurgia, química, cemento o cerámica. Muchas fábricas tuvieron que reducir o incluso detener su producción ante la escasez de gas, provocando pérdidas millonarias y problemas de desabastecimiento.
Como ves, la crisis que Europa pudo haber sufrido se quedó muy lejos de lo que en realidad sucedió —y menos mal, que bastante tuvimos—. La inseguridad energética que atraviesa el continente no es más que un reflejo de lo que pasa en el resto del mundo. ¿Los culpables? Ya los conoces, como este país que se ha convertido en un acelerador del cambio climático y es más pequeño que el nuestro.