Según estos geólogos los primeros signos de que esta bolsa de metano puede explotar son las fisuras que han empezado a aparecer en el lecho del océano, cerca del pozo accidentado y que han sido captadas por los robots sumergibles que investigan el accidente.
Si la burbuja explotase, se produciría, según estos científicos, un tsunami superior al que tuvo lugar en Indonesia en 2004, aniquilando todo a su paso. La ola que produciría viajaría de 640 a 960 km por hora, con una altura de 47 a 63 metros. Teniendo en cuenta que el Estado de Florida se eleva tan sólo 30,5 metros sobre el nivel del mar, saquen ustedes las conclusiones.
Espero que todo este panorama apocalíptico nunca se haga realidad y que la alarma de los científicos que lo han estimado posible sirva para ilustrar lo que puede suceder en situaciones similares si empresas y gobiernos siguen empeñados en basar el progreso en una creciente dependencia de fuentes de energía problemáticas y cada vez más difíciles de conseguir.
Si mantenemos la compulsión por compensar las fuentes convencionales de petróleo, ya en franco declive, mediante la exploración y explotación en zonas altamente peligrosas, los desastres continuarán.
Hagamos caso al oceanógrafo, también físico y matemático, Klaus Hasselmann, recientemente premiado por la Fundación BBVA, quien mantiene que este momento de crisis es el indicado para hacer la transición hacia una economía “limpia”, que a medio y largo plazo será mucho menos peligroso y más barato que si continuamos como hasta ahora.
Necesitamos cambios urgentes en nuestra forma de producir y consumir energía. Mientras no lo hagamos seguiremos poniendo en peligro nuestro futuro más inmediato y el de nuestros descendientes.
