En 2003 se supo oficialmente lo que ya se sabía oficiosamente: un informe del CSIC determinó que, por décadas, Ercros y sus predecesoras habían acumulado a orillas del Ebro, ante la planta electroquímica de Flix, al menos 700.000 toneladas de fangos contaminados con mercurio, metales pesados, organoclorados, redionucleidos, etc. Cada vez que el caudal de río superaba los 400 m3 por segundo, parte de esos fangos corría aguas abajo. Inquietante.
Pero todos callaban y dejaban hacer hasta que el conseller Salvador Milà agarró el toto por los cuenos. Por fin, la tarea titánica de retirar los fangos y restaurar el territorio, con un costo superior a los 220 millones de euros, fue asumida por el estado, con fondos propios (37%), europeos (50%), de la Generalitat (9%) y de la compañía causante de los vertidos (menos de un 5%). Con la exasperante lentitud administrativa a que estamos resignadamente acostumbrados, las labores de retirada de fangos ultratóxicos acaban de empezar, diez años despues de sonar la alarma retardada. Lamentable.
Es una buena metáfora de nuestra realidad. El sistema productivo ancien régime externaliza impunemente disfunciones y costos, la administración dormita y la sociedad encaja. Para colmo, Ercros anuncia un ERE que incialmente afectaba al 75% de la plantilla. Los responsables, malos políticos, funcionarios ineptos y empresarios rapaces, gozan de plácidas jubilaciones. Indignante..
Precisamos otro modelo de negocio, un sistema productivo distinto. Algunos lo llaman economía verde. Bastaría hablar de economía correcta. Y también habría que hacer de la necesidad virtud: el know how que adquiriremos con esta magna operación descontaminadora nos posicionará en el mercado mundial. Para ayudar a los demás y para vender lo que habremos pagado y aprendido a hacer. ¿Seremos capaces de ello?
*Artículo publicado en El Periódico de Catalunya
