En toda España, en estos momentos, hay muchísimos incendios forestales activos al mismo tiempo. Seis comunidades autónomas están luchando contra las llamas y los expertos explican que el cambio climático juega un rol preponderante, no solo porque las olas de calor no ayudan a la hora de la extinción de los focos, sino también porque la crisis climática ha hecho que mucha más superficie esté amenazada de arder.
Los expertos están de acuerdo en que la culpa de estos incendios simultáneos y tan grandes que el cambio climático exacerba, tiene un componente muy importante y es la falta de previsión. Los planes están siendo insuficientes o ineficaces, por lo que debe haber cambios drásticos en la gestión del terreno y en las políticas de ordenación paisajística en todas las comunidades.
Relación directa entre la intensidad de los incendios y el cambio climático
El investigador de la Universidad de Sevilla Antonio Jordán López, que lleva dos décadas estudiando distintos fenómenos meteorológicos, ha atribuido al cambio climático la causa de los incendios intensos y los múltiples focos que están asolando este verano España.
Este es un factor «decisivo» que, ayudado por la acumulación de biomasa forestal y el abandono del paisaje agrario tradicional, ha provocado una mayor incidencia de megaincendios con múltiples focos, de comportamiento impredecible y efectos devastadores, que superan la capacidad de extinción de las brigadas forestales. Ante lo que está sucediendo en muchos puntos de la geografía española, este experto advierte de que el único camino para acabar con ellos es la prevención, ha informado la institución académica sevillana.
En España, según la ‘European Forest Fire Information System’ (EFFIS), se han producido durante este año 200 incendios forestales que han quemado más de 148.000 hectáreas, sin contar con los que no alcanzan las 30 hectáreas. A pesar de la virulencia de algunos, ninguno ha llegado a catalogarse de momento como un nuevo tipo de incendio denominado de «sexta generación», aunque tienen riesgo de elevarse a esta categoría.
Se trata, de acuerdo a la definición de un incendio de quinta generación, de fuegos grandes, rápidos, extremadamente intensos y que tienen múltiples y simultáneos focos de copas que afectan a zonas urbanas en olas de calor.
En muy poco espacio de tiempo este tipo de incendio puede mutar a un evento de sexta generación, un nuevo tipo de fuego que antes era extremadamente raro, pero que ha emergido con virulencia y con una capacidad destructiva sin precedentes.
Entre los eventos extremos en España que responden a esta nueva clasificación se encuentran los de Torrefeta y Florejacs en Lleida, el pasado julio, cuya intensidad y rapidez extremas hicieron que los equipos apenas pudieran intervenir directamente; Sierra Bermeja (Málaga) en septiembre de 2021 y Tenerife, en agosto de 2023. En el ámbito internacional, Portugal (2017), Chile (2017), Australia (2020) o Canadá (recientemente) son ejemplos claros de esta nueva normalidad.
Incendios de sexta generación
«No me gusta ser alarmante, pero son algo parecido al apocalipsis», ha indicado Jordán, quien ha explicado que si ya los de cuarta y quinta generación son extremadamente graves, los de sexta generación son incendios que alteran la estabilidad atmosférica y son capaces de generar tormentas de fuego, gracias a una atmósfera muy cálida y unos bosques altamente estresados y disponibles para quemar.
«Imagina un fuego tan intenso, rápido e impredecible que parece tener vida propia, capaz de modificar el clima a su alrededor y saltar kilómetros en un momento«, ha añadido. El investigador del Departamento de Mineralogía, Cristalografía y Química Agrícola de la Universidad de Sevilla explica que el fuego libera un intenso calor capaz de generar vientos.
La corriente de aire ascendente es tan grande y potente que puede modificar la atmósfera a gran altitud y, dajo esas condiciones, se forman nubes de tormenta (pirocumulonimbos) que originan lluvia, rayos que impactan sobre la vegetación seca o el suelo y forman nuevos focos secundarios de manera aleatoria. Las pavesas -partículas pequeñas de vegetación en combustión- pueden ser transportadas por el viento a distancias muy grandes, de modo que, en esas condiciones los cortafuegos no sirven para nada.
Cuando se produce un megaincendio ya no es posible apagarlo ni tiene sentido aumentar el número de medios o bomberos que, además, tampoco podrían ni siquiera acercarse. En ocasiones, el agua que cae de los aviones y de los helicópteros prácticamente no hace efecto en un fuego tan intenso, porque se evapora antes de llegar al suelo.
«Lo único que se puede hacer es controlar el perímetro y evacuar a la población mientras se espera a que cambien las condiciones meteorológicas o que el fuego se extinga por sí solo. Se trata de una situación tan nueva y caótica que, de momento, los científicos no somos capaces de modelizar ni predecir la aparición o el comportamiento de estos incendios», ha reconocido Jordán.
La crisis climática
Múltiples factores explican que el cambio climático se encuentra en la tramoya de esta nueva tipología de incendios: la mayor frecuencia de sequías, las numerosas y prolongadas olas de calor o la acumulación de material leñoso seco en la vegetación natural son algunos de ellos.
Pero hay uno especialmente significativo, el aumento de las temperaturas, que se muestra «de manera palpable», como atestigua que el año pasado fuera el más caluroso de la Tierra desde que se tienen registros en 1850. Ya hace una década que una investigación demostró que el cambio climático provocado por el ser humano duplicaba la superficie forestal afectada por incendios a diferencia de la que se habría producido sin él.
Según este experto, para atajar el impacto de los incendios que tradicionalmente son noticia en España año tras año el principal esfuerzo ha de concentrarse en la gestión activa del territorio y en un cambio profundo en las políticas de ordenación del paisaje y de los sistemas de extinción.
No podemos olvidar el factor cambio climático, que los expertos aseguran que es fundamental a la hora de que los fuegos se agraven y lleguen a ser de sexta magnitud y que las olas de calor no ayudan a su extinción y promueven su aparición. Pero para evitar que se sucedan los incendios, la clave está en la prevención y es evidente que lo que se hace al respecto no es suficiente. EFE / ECOticias.com