Las olas de calor son un flagelo directamente relacionado con el calentamiento global. No es que antes no existieran, sino que ahora son más frecuentes y extensas, lo que resulta realmente preocupante, puesto que cada año mueren más personas por culpa de este fenómeno.
Un aspecto crucial es que las olas de calor no afectan de igual manera a todas las personas. Factores como la edad avanzada, los problemas de salud preexistentes y la calidad de la vivienda desempeñan un papel significativo en la forma en que se experimentan estos fenómenos.
Además, se ha observado que la mayoría de las muertes relacionadas con el calor se producen en interiores, lo que sugiere que es fundamental incluir en futuras investigaciones las condiciones dentro de los hogares, especialmente en términos de ventilación y materiales de construcción, los cuales podrían no estar preparados para soportar temperaturas extremas.
El término ‘ola de calor’ es uno de los más recurrentes cada verano, pero también uno de los más malinterpretados. ¿Cuándo empieza una ola de calor? ¿Cuánto tiene que durar? ¿Qué temperatura es «suficientemente alta»? En España hace mucho calor en verano, pero no toda subida de temperaturas puede considerarse ola de calor. Ni mucho menos. Aunque no hay dudas de que las que se presentan están directamente influenciadas por el calentamiento global.
Primera ola de calor del verano 2025
A finales del mes de mayo el calor llegó a España de golpe con una brusca subida de los termómetros en cuestión de solo unos días. Se registraron los primeros 40 °C sin haber comenzado el verano y se batieron numerosos récords absolutos de calor para este mes. Sin embargo, este episodio de altas temperaturas no fue una ola de calor.
Debido al estricto criterio para que sea nombrada una ola de calor en España, es difícil que los episodios de altas temperaturas lleguen a tener esta denominación si ocurren lejos del periodo canicular, que son estadísticamente los días más cálidos del año, según la climatología.
En los próximos días se prevé un nuevo episodio de calor extremo, aunque todavía es pronto para saber si llegará a alcanzar los umbrales de ola de calor. Por eso, conviene repasar qué criterios se siguen para definirlas y cómo han evolucionado en las últimas décadas, gracias al cambio climático y el calentamiento global.
¿Cuándo se produce una ola de calor?
El concepto no tiene una definición única y universal, aunque sí está claro que al menos necesitamos contar con tres ingredientes principales: unas temperaturas excepcionalmente altas, un calor que sea mínimamente duradero y que la situación sea generalizada, que afecte a una extensión más o menos amplia del territorio.
La definición que da la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) de ‘ola de calor’ precisamente acota estos tres componentes. Según el organismo, una ola de calor se define como un episodio de al menos tres días consecutivos, en los que al menos el 10% de las estaciones meteorológicas consideradas —unas 137 repartidas por todo el país— registran temperaturas máximas superiores al percentil 95% de su serie histórica de julio y agosto en el periodo de referencia 1971–2000.
Esto significa que el umbral de las temperaturas no es único para toda España, sino que se basa en criterios climatológicos de cada estación. Es decir, una temperatura máxima de 38 °C en Sevilla puede ser habitual y no tener valor excepcional, pero esa misma temperatura en Soria o en Molina de Aragón sí podría formar parte de una ola de calor. Cuando se producen al menos tres días consecutivos en los que las temperaturas son excepcionales —cada estación con su umbral específico— en al menos el 10% del territorio, se puede hablar de ola de calor.
Esta definición oficial permite observar tendencias a lo largo del tiempo: analizar si las olas son más frecuentes, si llegan antes o si duran más. Y aquí es donde empiezan a destacar las señales del cambio climático y del calentamiento global.
Más temprano, más largas y en mayor número
Desde 1975, AEMET ha identificado más de 90 episodios de ola de calor en España. Pero no han sido uniformes a lo largo de las décadas. El análisis de los datos revela una tendencia clara: aumento de la frecuencia, de la duración y del área afectada.
Por ejemplo:
- Entre 1975 y 1994 hubo un promedio de 0,6 olas por año.
- En el periodo 1995–2014, ese promedio subió a 1,5.
- Desde 2015, ya estamos por encima de las 3 por verano, con picos como los de 2022, que registró tres episodios muy intensos y extensos.
En cuanto a su duración, se han multiplicado las olas de más de 10 días. El episodio de junio-julio de 2015 duró 26 días; el de julio de 2022, 18 días. Y algo que preocupa especialmente es que se están adelantando cada vez más al inicio del verano. Y esto es algo que los científicos que explican las consecuencias del calentamiento global advierten hace años.
La ola de calor más temprana desde que hay registros tuvo comienzo el 11 de junio de 1981. Pero en los últimos años hemos estado muy cerca. En 2022, se activó un episodio el 12 de junio y, en 2017, la primera ola de calor empezó el 13 de junio. Está claro que junio es ya un mes de verano a pleno rendimiento y cada vez será más frecuente y probable que reciba la primera ola de calor estival.
Si se representa con una nube de puntos la fecha de inicio de la primera ola de calor de cada año desde 1975, se observa que hay una clara tendencia a que se adelante cada vez más. Es ser coherente con varios estudios que confirman que los veranos en España son ahora cinco semanas más largos que a mediados del siglo XX. Tener olas de calor en junio o en septiembre será cada vez más frecuente.
Primaveras con noches tropicales
Un factor que no se tiene en cuenta a la hora de determinar la llegada y la intensidad de un episodio u ola de calor son las temperaturas nocturnas o mínimas. Sin embargo, se sabe que la concatenación de un gran número de noches tropicales o tórridas —con valores por encima de los 20 °C o 25 °C, respectivamente— puede tener efectos negativos sobre la salud, especialmente entre la población más vulnerable.
Esto suele ocurrir cuando se produce una situación de bloqueo atmosférico teniendo una masa de aire muy cálida sobre el territorio. En los meses de verano o cercanos a ellos debido a la fuerte insolación, con estabilidad atmosférica y en ausencia de viento, el calor no logra apenas disiparse durante la noche.
El fenómeno de las noches cálidas se presenta cada vez con mayor frecuencia, destacando el incremento detectado en zonas altas del interior peninsular, con temperaturas verdaderamente extraordinarias inconcebibles hace apenas unas décadas. No solo son más frecuentes, sino que también se adelantan en el calendario gracias al calentamiento global.
En el Mediterráneo, por ejemplo, ya se han registrado noches tropicales desde el mes de mayo, favorecidas —en gran medida— por una importante anomalía en la temperatura superficial del mar. A principios de junio, esta ya rozaba los 4 °C por encima de lo normal, lo que provoca que las brisas —vientos que se generan por la diferencia térmica entre el mar y la tierra y que se encargan de refrescar las zonas costeras— sean menos eficaces, ya que esa diferencia es notablemente menor.
Estos fenómenos subrayan la necesidad urgente de implementar estrategias de adaptación. Es fundamental promover medidas como la mejora del diseño urbano para reducir el efecto «isla de calor», el aumento de áreas verdes y la difusión de alertas tempranas que permitan minimizar los impactos negativos de estos episodios, no solo durante el día sino también durante la noche
El verano será muy caluroso
A la espera de que llegue la primera ola de calor del verano 2025, las previsiones no son halagüeñas: en todo el territorio el trimestre de julio-agosto y septiembre podría ser más cálido de lo normal, con probabilidad superior al 70%. Además, en Baleares, el este peninsular y zonas de Galicia, Asturias y norte de Canarias muy probablemente sea uno de los veranos más cálidos del registro.
También en lo que queda de mes de junio se esperan temperaturas por encima de lo normal. Este 2025 el calor llegó repentinamente y con una intensidad excepcional. Parece que lo hace para quedarse toda la temporada estival, una tendencia que se observa en los últimos años: desde 2015 todos los veranos has tenido un carácter más cálido de lo habitual. Y ello se debe al calentamiento global, según afirman los expertos. ECOticias.com
