“Millones de toneladas de plástico se acumulan en nuestros mares cada año, como resultado de la desidia humana y una vez allí, tienen un efecto potencialmente perjudicial sobre todos los seres vivos. Aprovechar la pasión de la gente por el mar, podría ser la clave para reducir las amenazas planteadas por la contaminación plástica, según un nuevo informe.”
Lo amo, pero lo contamino
Los académicos de las Universidades de Plymouth y Surrey identificaron ejemplos recientes, que demuestran que la presión pública ha logrado cambios en la política de la UE, incluyendo el cobro por las bolsas plásticas de un solo uso y la prohibición del uso de microesferas, en la fabricación de cosméticos.
El problema es que, si bien se ha comenzado a buscar soluciones, en realidad nadie está abordando la raíz del problema: invertir la tendencia del ser humano a tirar plásticos en vez de reciclarlos. Pero lograr un cambio de actitud y cuidar la salud oceánica, con los beneficios que ello acarrearía a la humanidad, es una tarea complicada.

La Dra. en Psicología y profesora Sabine Pahl, autora principal del informe, sostiene que, se debe aprovechar el obvio amor que las gentes sienten por los mares y océanos, para aplicar soluciones socialmente aceptables, así como técnica y económicamente viables.
Pahl sostiene que, el esfuerzo debe ser conjunto y tiene que abarcar todas las disciplinas y sectores de injerencia e influencia, para facilitar el cambio, de lo contrario podríamos llegar a un punto de inflexión, en el que ya no sea posible dar un paso atrás.

La Dra. Kayleigh Wyles, es profesora de Psicología Ambiental de la Universidad de Surrey y también participó en el estudio. Ella recuerda que investigaciones anteriores han demostrado que la gente aprecia y valora la importancia de los océanos y ve la basura marina como un problema grave y global, pero lejano.

Preocupante, pero remoto
Los autores del informe ya habían colaborado previamente, en otras investigaciones que demostraron que, la basura y los plásticos que acaban en los mares pueden socavar la salud y el estado, de los ambientes costeros y de los ecosistemas asociados.

La contaminación plástica oceánica plantea desafíos muy similares a los de otras amenazas ambientales, porque los síntomas de la grave afección son a menudo considerados remotos y muchas de las conductas y decisiones de los individuos contribuyen a empeorar este problema, especialmente porque de manera particular, se actúa sin pensar que, una pequeña acción personal puede tener impacto en el Medio Ambiente.
Los académicos dicen que, solo haciendo que la gente sea consciente de las consecuencias de sus acciones se logrará animar a las personas a actuar y sugieren que, el público podría potencialmente ser motivado, si tuviera contacto diario con las imágenes de la catástrofe que está produciéndose en alta mar, de manera similar a las fotos que emplean en el empaquetado de cigarrillos.

Sin embargo, advierten que no debe ser una campaña basada en el miedo, sino que se le deben dar a los consumidores las herramientas adecuadas para que sea parte de la solución, individual y colectivamente.
Sabiendo que, los seres humanos en general sienten una gran atracción por los mares, darles pautas de la realidad que los mismos están sufriendo y la oportunidad de que, sus acciones corrijan en parte dicho mal, podría ser la forma más adecuada de comenzar a recuperar la salud de los océanos.



















