Infecciones fúngicas
Los hongos atacan a diversas plantas, tanto en la parte exterior como en sus órganos internos. En el caso del rosal, el oidio, conocido como mal blanco, es una de las enfermedades fúngicas más habituales. Se manifiesta en forma de polvo blanquecino o gris claro, que aparece en hojas, tallos y en las propias flores. A medida que la enfermedad se agrava, las manchas amarillean y las hojas se secan hasta caerse.
Para frenar su avance, la planta debe tratarse con un fungicida específico rico en azufre o con productos antioidios sistémicos. Como medida preventiva, se aconseja suministrar cualquiera de las dos soluciones, al menos, una vez al mes.
El mildiu es otra de las enfermedades fúngicas que más sufren los rosales. A diferencia del oidio, que se trata con facilidad, la curación de este hongo es más compleja. Por este motivo, es apropiado evitar que la planta se infecte y, si no, por lo menos frenarla a tiempo. Se debe observar de forma regular el aspecto de la planta y buscar en las hojas la aparición de manchas irregulares amarillas, que con el paso de los días se vuelven negruzcas.
Como prevención, aunque la planta no esté dañada, se recomienda tratar el rosal con productos fungicidas específicos para este hongo o, en su defecto, con otros de gran espectro. Si el mildiu ha comenzado a invadir la planta, será necesario podar las partes afectadas para evitar que la infección se extienda, ya que ésta se transmite con gran rapidez.
Otro de los hongos habituales es la roya. Sus síntomas son claros: pequeños bultos de color anaranjado en el envés de las hojas y en el tallo de la planta. Los tratamientos preventivos que se deben realizar son similares a los del oidio y el mildiu. Además, si la roya afecta a la planta, se recomienda retirar las hojas dañadas y quemarlas para atajar su progresión.
www.consumer.es – EROSKI