Actualizar

sábado, junio 10, 2023

Cómo el fenómeno de las ‘islas de calor’ está afectando a los hispanos en California y Arizona

Tenía viejos equipos de aire acondicionado instalados en las ventanas de tres habitaciones. Las extensiones eléctricas serpenteaban hasta unos ventiladores cuadrados en el suelo, colocados a lo largo de un pasillo para empujar el aire frío hacia los lugares más cálidos. Las cortinas de bambú, las persianas dobladas y las cortinas repelían el sol.

Si el calor es el enemigo, Marcela Herrera pensó que estaba lista para la batalla el pasado verano en el apartamento de su familia al norte de Los Ángeles.

Tenía viejos equipos de aire acondicionado instalados en las ventanas de tres habitaciones. Las extensiones eléctricas serpenteaban hasta unos ventiladores cuadrados en el suelo, colocados a lo largo de un pasillo para empujar el aire frío hacia los lugares más cálidos. Las cortinas de bambú, las persianas dobladas y las cortinas repelían el sol.

Pero nada de eso impidió que su hijo mayor, Edwin Díaz, sufriera de sangrado nasal cada vez que una ola de calor caía sobre el vecindario de clase trabajadora donde vive la familia. Y como la temperatura exterior subía hasta más de 90 grados Fahrenheit (32 grados Celcius), el chico de 17 años de edad sufría dolorosas migrañas. El médico de la familia recomendó que intentara mantenerse frío por el bien de su salud.

Las comunidades del oeste, incluyendo Los Ángeles, están conscientes de que el calor urbano es una grave y creciente amenaza para la salud pública, y el cambio climático sólo exacerba el problema. » No es tan visible como otras catástrofes, pero las consecuencias pueden ser de gran alcance», dice Elizabeth Rhoades, quien trabaja en las cuestiones relacionadas con el clima en el Departamento de Salud Pública del Condado de Los Ángeles.

Las predicciones son que ocurran olas de calor más largas, más frecuentes y más graves en todo el suroeste, especialmente en Los Ángeles y Phoenix. Estudios realizados en la última década indican que el calor afecta especialmente a los residentes muy jóvenes o de edad muy avanzada, en los vecindarios pobres y a aquellos sin aire acondicionado central. Se trata justamente de personas como Edwin Díaz y Marcela Herrera. Pero los investigadores todavía están aprendiendo acerca de cómo las personas se ven afectadas por un exceso de calor en los lugares donde pasan la mayor parte del tiempo: dentro de sus hogares. Existen pocas políticas para proteger a los más vulnerables y los doctores dicen que las condiciones están mal monitoreadas.

El calor es sigiloso. Empeora las condiciones preexistentes, tales como las enfermedades cardíacas y pulmonares, problemas renales, diabetes y asma, más a menudo de lo que mata directamente. «Las personas terminan yendo al hospital porque el calor afecta su salud, empeora su asma o algo peor», afirma David Eisenman, profesor de medicina y salud pública de UCLA. «Pero técnicamente no se cataloga como eso en los registros. Se cataloga como ‘empeoramiento del asma’. Por lo tanto, realmente no realizamos un conteo exacto del número de casos en los que el calor es un factor».

Y calor urbano tiene varias capas. Los Ángeles es hasta 6 grados (3.3 grados Celcius) más caliente que las áreas circundantes debido a lo que se llama el ‘efecto isla de calor’. La expansión urbana no sólo define las islas de calor, sino lo que algunos llaman un archipiélago de altas temperaturas en las zonas urbanas modernas. La geografía, los patrones de los vientos, la cubierta arbórea y el concreto se combinan para crear zonas calientes donde las temperaturas son más altas y la contaminación del aire es peor. De hecho, los modelos climáticos sugieren que el vecindario de Herrera en el Valle de San Fernando, lejos de las brisas del mar, se calentará de un 10% a un 20% más rápido que el resto de Los Ángeles.

«Existe la suposición de que todos podemos refrescarnos de alguna manera. Y de alguna forma, eso podría haber sido cierto hace cien años», dice Eisenman. «No tenemos acceso al entorno de enfriamiento natural que teníamos antes».

Los elementos de enfriamiento del paisaje desaparecieron mucho antes de que Edwin Díaz y su madre llegaran al valle. Su vecindario de Pacoima deriva su nombre de la palabra Tongva para un lugar de agua corriente (en estos días, el Pacoima Wash, un canal de control de inundaciones ahora rodeado de concreto, suele estar seco). Después de la Segunda Guerra Mundial, el vecindario experimentó un auge cuando los desarrolladores les vendieron las viviendas cuadradas a los afroestadounidenses excluidos de otras partes del valle por pactos raciales.

Hoy, Pacoima es abrumadoramente latina. Y sus viviendas unifamiliares han producido una compleja densidad urbana, dice Max Podemski, director de planificación para el grupo de defensa comunitario Pacoima Beautiful. Los jardines con césped han dado paso a los patios pavimentados. Las segundas viviendas, las divisiones dentro de los hogares y los garajes modificados pueden albergar a varias familias juntas.

«Eso está muy generalizado aquí», dice Podemski. Y estas viviendas convertidas, incontables y no autorizadas, pueden o no tener aislamiento o unidades aire acondicionado o ventanas que dejen pasar la brisa: «La ciudad no tiene datos sobre eso».

Para entender más acerca de cómo el calor se mueve a través de las viviendas de Pacoima, el verano pasado construí pequeños sensores electrónicos para registrar decenas de mediciones de calor y humedad durante una hora, durante partes de agosto, septiembre y octubre, los meses más calurosos en Los Ángeles. Un sensor se puso en el dormitorio de Edwin.

En las primeras horas de la tarde, el sensor registró temperaturas iguales a las registradas en el exterior, en la estación meteorológica del aeropuerto de Van Nuys. Las temperaturas nocturnas en la habitación de Edwin fueron de hasta 9 grados (4.4 grados Celcius) más que en el exterior.

Esos resultados cuentan una historia parecida a la que un grupo de investigadores, activistas comunitarios y científicos encontraron en unos 30 hogares equipados con sensores similares en Harlem en Nueva York el año pasado. «Los edificios tienen memoria de calor», dice Adam Glenn, fundador de AdaptNY y miembro del proyecto comunitario de observación del cambio climático, ISeeChange. En Nueva York, los viejos edificios de piedra se aferran a la radiación térmica, especialmente en los pisos superiores, hasta tarde en la noche. «Así que el peligro para las personas continúa incluso cuando la ola de calor ya terminó».

Pero las maneras en que los edificios responden al clima varían. En el apartamento de Herrera, la falta de aislamiento, común en antiguas casas de California, puede ser el factor clave. En la noche, ella dice, «podemos sentir el calor en las paredes».

La manta de calor que sofoca a Los Ángeles no ha pasado desapercibida para el Ayuntamiento. El alcalde Eric Garcetti ha fijado un ambicioso objetivo para reducir la temperatura en general de la ciudad en 3 grados en 20 años. La Oficina de Sostenibilidad de Los Ángeles está estudiando dónde y cómo implementar estrategias de enfriamiento a nivel de paisaje, tales como la siembra de árboles y el desarrollo de pavimentos más fríos. Pero llevará años incluso saber si el objetivo es lograble.

Mientras tanto, los inquilinos como la familia Herrera batallan con el excesivo calor casi siempre por su cuenta. Según la Encuesta Nacional de Vivienda de la Oficina del Censo, la mitad del número de propiedades de alquiler en Los Ángeles tienen aire central en comparación con las unidades ocupadas por sus propietarios. La adaptación cuesta dinero. En verano, la factura de electricidad de Herrera puede ser hasta de 200 dólares al mes.

Conforme aumentan las temperaturas en el suroeste, también aumentan los riesgos para los habitantes de la ciudad. En Phoenix, el Departamento de Salud del Condado de Maricopa ha seguido de cerca las muertes relacionadas con el calor durante más de una década, produciendo un informe exhaustivo cada año donde desglosa los casos por edad, origen étnico, antecedentes económicos y otros factores de riesgo.

Los investigadores de la Universidad Estatal de Arizona están trabajando con los condados de Maricopa y Los Ángeles para entender mejor cómo el calor provoca enfermedades y muertes, y cómo luchar contra eso.

«Muchos de nosotros creemos que nadie debería morir prematuramente a causa del calor, y hay importantes costos públicos asociados con el calor tan sólo en el sector de la atención de la salud», dice David Hondula, un climatólogo de la Universidad Estatal de Arizona que estudia los impactos del calor. Las muertes asociadas al calor están aumentando en Phoenix, pero las razones siguen siendo inciertas. «Si ni siquiera podemos responder esa pregunta, averiguar la mejor estrategia para mantener seguros a los residentes de Phoenix o de Los Ángeles, en un futuro que se espera sea más cálido que ahora, parecería casi imposible», dice Hondula.

Ahora que viene el verano, la familia Díaz-Herrera ha hecho algunos cambios, como aislar el techo de la habitación de Edwin y añadir más equipos de aire acondicionado.

Pagar por esto les ha costado escatimar en otros lugares: menos salidas, nada de comprar ropa nueva. A Herrera le preocupa que las finanzas restringidas los obligarán a apagar los aparatos de aire acondicionado. Aun así, «todos los cambios que hemos hecho nos están ayudando», dice ella. «Es mejor invertir un poco más, porque la salud es lo primero».

ARTÍCULOS RELACIONADOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Otras noticias de interés