Supongo que a todos nos ha pasado. Haber cocinado demasiado, y, o te comes la comida o la tiras.
Pues con la energía pasa igual, pero peor: no tenemos “nevera” donde guardar al menos una parte para poder usarla más adelante y si producimos de más… no la podemos aprovechar. Pero esta realidad, que “lastraba” el potencial de las energías renovables como la eólica o la solar, está ya cambiando.
Y, además, hay un plan ambicioso diseñado por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico para acelerar ese cambio y se llama Estrategia de Almacenamiento Energético. El plan ya está aprobado por el Gobierno y contiene 10 líneas de acción y 66 medidas. El objetivo es claro: multiplicar nuestra capacidad para almacenar energía de manera que, cuando tengamos mucha capacidad de producción, especialmente de renovables, podamos guardar el excedente y usarlo cuando nos convenga.
Ahorro, seguridad y flexibilidad
Las ventajas son muchísimas. Y todas muy importantes.
El desarrollo de un sistema eficiente y amplio de almacenamiento energético cambiará nuestro sistema eléctrico, haciéndolo más estable y seguro, ahorrará dinero a hogares e industrias, y hará que respiremos un aire más limpio. El almacenamiento es clave para impulsar las energías renovables. Los días con mucho sol o mucho viento nos servirán para producir mucho y utilizar ese superávit almacenado en otros momentos del día, o cuando los días sean nublados o estén en calma, en función de la tecnología de almacenamiento que se utilice.
Y ya sabemos que, a más renovables, más ahorraremos en costes, porque son las más baratas. También nos beneficiaremos de menos emisiones contaminantes, porque son las más limpias. Además del ahorro, hay otras razones para apostar por el desarrollo de un sistema eficiente de almacenamiento: si somos capaces de almacenar más y más energía, el sistema será más seguro, fallará menos.
Seguramente habrás oído hablar de la flexibilidad del sistema: pues bien, eso significa que si hay algún problema en la producción, esta estrategia nos permitirá desplegar distintas opciones para que podamos ir a la reserva y seguir así proporcionando electricidad a quien la necesite, donde la necesite y en el lugar donde la necesite. El almacenamiento y la gestión de la demanda (que no es otra cosa que variar el consumo en función de las señales de precio del sistema eléctrico) jugarán un papel fundamental.
Todo esto será especialmente relevante para los sistemas eléctricos de Canarias y Baleares, de los cuales os hablé en mi anterior post, porque al ser sistemas pequeños y aislados son más vulnerables. Pero si son capaces de autoabastecerse con el recurso energético almacenado, habremos solucionado buena parte de estos problemas.
Y hablando de autoabastecimiento… Otro gran beneficiario con las tecnologías de almacenamiento serán los consumidores que apuesten por convertirse en productores, ya que al fin dispondrán de una tecnología que facilitará el proceso enormemente. Tal y como comentábamos cuando os hablé de las Comunidades Energéticas Locales, la largamente esperada promesa de democratización de la energía está llegando, con la ecuación Producción más almacenamiento = autoconsumo eficiente.
Nuevos modelos de economía sostenible
A tener en cuenta también: el almacenamiento está creando nuevos modelos de negocio, nuevas expectativas de progreso y perspectivas de desarrollo. ¿Has pensado en la cantidad de pasos y de fases que necesita un proyecto como este para salir adelante? A eso se le llama cadena de valor, y cada eslabón es una oportunidad para crear empleo, oportunidades y futuro.
Un repaso rápido nos llevaría a pensar en fabricantes de componentes, suministradores de materias primas y piezas eléctricas, de sistemas de protección y de integración en el territorio, servicios al usuario final para que pague menos en su factura y optimice su consumo, gestión de residuos y de reciclaje…
Si, además, potenciamos que sean fabricantes y proveedores nacionales y que buena parte de todo esto se desarrolle en comarcas y regiones que antes vivían de una producción basada en los combustibles fósiles… estaremos consiguiendo vertebrar el país con una transición justa, que significa acordarse de todos, no dejar a nadie atrás.
La innovación y la tecnología necesarias para conseguir desarrollar plenamente los sistemas de almacenamiento de energía incluyen:
- Las centrales hidráulicas de bombeo, que permiten impulsar el agua para almacenarla en depósitos a gran altura y liberarla para producir electricidad cuando hay alta demanda
- Las baterías, que son especialmente relevantes tanto por su aplicación en movilidad eléctrica como en sistemas de autoconsumo para viviendas o negocios, donde, en combinación con placas solares, permiten almacenar la energía sobrante para utilizarla en los momentos en los que no hay sol.
- Los sistemas de almacenamiento térmico, una tecnología en la que España es líder y que se aplica, por ejemplo, en las centrales termosolares, donde se almacena calor en tanques de sales fundidas a alta temperatura para posteriormente emplearlo en la producción de electricidad.
- El muy prometedor futuro del hidrógeno verde, del que ya os comenté sus posibilidades aquí y aquí.
En este vídeo te explicamos todos estos conceptos para que puedas entenderlo aún mejor:
El presente y el futuro
¿Cuál es ahora mismo nuestra capacidad de almacenamiento? En estos momentos podemos almacenar unos 8,5GW, en su mayoría en centrales de bombeo hidráulico y termosolares. Pues bien, el plan pretende pasar a 20GW en 2030, con un papel muy relevante de los baterías asociadas a autoconsumo, y de ahí saltar a los 30GW en 2050.
Esos son las dos horizontes clave y que son coherentes con lo establecido en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que marca que para 2030 el 74% de nuestra electricidad debe ser de origen renovable, y el 100 % para 2050. Son, pues, herramientas imprescindibles para que España sea capaz de cumplir con su compromiso, que también es el de Europa, adquirido en el Acuerdo de París: la total descarbonización de nuestra economía en la fecha clave del 2050.
En este sentido, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia supondrá una oportunidad para, entre otros, fomentar un mayor uso de estas herramientas y una mayor flexibilidad del sistema, propiciando así una salida verde de las crisis económica originada por la COVID-19. El reto global es enorme y en él nos jugamos un futuro que estamos ya construyendo. Y España lo está haciendo desde un papel protagonista, porque estamos siendo líderes en esta transformación.