Las operaciones mineras, muchas de ellas a gran escala y controladas por corporaciones extranjeras, han provocado la deforestación de extensas áreas tropicales, la contaminación de ríos y mares, y la pérdida de suelos fértiles como ha ocurrido con el niquel en Indonesia.
Y es que el país, que alberga las mayores reservas del mundo de este metal, se ha convertido en una de las principales fuentes de conflicto ambiental y social en el sudeste asiático. El níquel es un recurso clave para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos, y la creciente demanda internacional ha impulsado una expansión acelerada de la minería en regiones como Sulawesi y las islas Molucas.
Aunque el gobierno indonesio promueve la minería de níquel como un motor del desarrollo económico nacional, la distribución de los beneficios es profundamente desigual: mientras las empresas obtienen enormes ganancias, los pueblos locales sufren los costos sociales y ambientales.
El problema del níquel en Indonesia
La extracción de níquel en Indonesia, que posee las mayores reservas del mundo de este elemento químico, está perjudicando a pueblos enteros, según un informe publicado donde alerta sobre el crecimiento de este tipo de minería considerada vital para la transición energética.
Segúnlos datos, desde 2016, las zonas de fundición de níquel aumentaron de dos a al menos 60 en Indonesia, una expansión que ha dejado «un rastro de destrucción ambiental y sufrimiento humano» y que ha convertido esta actividad en una «parte masiva de la economía del país», la más grande del Sudeste Asiático.
Aunque el informe no precisa el número de afectados por la extensión de esta práctica, insiste en que comunidades enteras situadas cerca de las minas sufren múltiples consecuencias en regiones como Célebes Central, Célebes Suroriental y Molucas del Norte.
En estos lugares, prosigue el escrito, se ha documentado «grave contaminación» del aire y el agua, problemas de salud relacionados con las operaciones mineras, pérdida de medios de vida como la pesca y la agricultura, condiciones de trabajo peligrosas en las minas y miedo a sufrir represalias por protestar o denunciar.
El informe, que incluyó entrevistas a 93 personas, concluye que la necesidad de obtener níquel para la transición energética global se está resolviendo con un alto costo humano y ambiental, pagado principalmente por quienes habitan en las zonas en las que se extrae el níquel.
La creciente demanda global de este mineral crítico, utilizado entre otras cosas para fabricar baterías de litio para vehículos eléctricos o componentes de turbinas y paneles solares, ha hecho que la minería para extraerlo se intensifique en Indonesia, que cuenta con 55 millones de toneladas de níquel, las mayores reservas del mundo, según el Servicio Geológico de Estados Unidos.
En su lucha por erigirse como pieza clave de la cadena de suministro global, el país prohíbe desde 2020 las exportaciones del mineral de níquel en bruto, con vistas a fortalecer su procesamiento en instalaciones locales.
En los últimos años, Indonesia ha atraído inversiones de empresas extranjeras dedicadas a procesar el mineral, sobre todo procedentes de China, según un comunicado publicado en junio por Greenpeace, que tildó de «extremadamente mala» la industria del níquel en Indonesia debido a su impacto ambiental en zonas como Raja Ampat.
En este pequeño archipiélago, la industria del níquel ha dejado decenas de miles de hectáreas deforestadas, además de generar «importantes impactos climáticos» por la construcción de centrales eléctricas de carbón «cautivas».