Desde PACMA consideramos inadmisible este intento de proteger la caza en un país donde anualmente los cazadores ejecutan a más de 40 millones de animales. Las monterías son una de las modalidades de caza más destructivas y crueles. Las batidas acaban con la vida de los animales a manos de cazadores, en muchos casos, inexpertos que dejan animales malheridos en el monte esperando una muerte agónica.
El Partido Popular en Córdoba busca blindar la caza y declarar esta práctica como un Bien de Interés Cultural en todo el territorio andaluz. De esta manera, el PP de Córdoba se alinea con la Federación Andaluza de Caza y con la Asociación Española de Rehalas para exigir a la Diputación cordobesa que la caza mayor sea considerada una práctica cultural protegida, ya que la consideran una actividad con “marcado carácter social y cultural”.
Desde PACMA consideramos inadmisible este intento de proteger la caza en un país donde anualmente los cazadores ejecutan a más de 40 millones de animales. Las monterías son una de las modalidades de caza más destructivas y crueles. Las batidas acaban con la vida de los animales a manos de cazadores, en muchos casos, inexpertos que dejan animales malheridos en el monte esperando una muerte agónica.
Tratados como meros instrumentos de caza
Los perros usados para rehalas malviven en condiciones deplorables, hacinados y maltratados. Pueden estar durante días sin comer para despertar su capacidad de rastreo el día de la montería. Además, se les traslada en condiciones lamentables y son numerosos los casos de perros que mueren asfixiados en los remolques de los cazadores.
No debemos olvidar que la caza es la causante de que cada año miles de perros sean abandonados a su suerte al finalizar la temporada, cuando han dejado de ser útiles para los macabros fines de los cazadores.
El impacto medioambiental de las municiones usadas en las batidas
España es una de las zonas del mundo más contaminada por el plomo usado en las cacerías, con una concentración de 2,5 millones de perdigones por hectárea. Se dispersan unas 6.000 toneladas de este metal pesado en cada temporada de caza. Los cazadores, autoproclamados irónicamente protectores del medioambiente, son los principales causantes del plumbismo, un mal que contamina acuíferos, ríos y envenena a las aves que ingieren los perdigones de plomo. Una cifras alarmantes que están poniendo en serio peligro el delicado equilibrio de nuestros ecosistemas.
Por todo ello, desde PACMA exigimos que la caza no sea declarada Bien de Interés Cultural en ningún punto de la geografía española. Se trata de una actividad injustificable desde el punto de vista de la sostenibilidad, que perjudica y secuestra los intereses de los ciudadanos que quieren disfrutar del campo lejos del peligro de las balas de los cazadores y que acaba con la vida de millones de animales.