Según todos los estudios, en veinte años uno de cada diez vehículos que circule por nuestras carreteras será eléctrico. Así que no es para tanto y es la novedad de todos los grandes constructores a la vez presentando sus coches «limpios» lo que nos hace pensar que las ventas de este tipo de automóviles se van a disparar y, de aquí a nada, todos electrificados.
Lo que sí que es cierto es que son los propios gobiernos europeos los que están propiciando y auspiciando que estos vehículos vean la luz. Y puesto que hay que predicar con el ejemplo, son precisamente esos gobiernos los que compondrán la base del negocio, al menos en un primer instante.
Los coches eléctricos son para ricos. Ni más, ni menos, y así será durante bastantes años.
Las infraestructuras necesarias para generalizar las cargas de batería debieran ser de proporciones gigantescas y mientras una carga completa (para disponer del máximo de la aún escasa autonomía) dure horas, es necesario que el dueño del coche tenga la facilidad de dejar el coche cargando mientras duerme; es decir, al lado de un punto de carga que reuna las necesarias condiciones de seguridad. Y eso en las grandes ciudades no es nada fácil…