El conjunto de especies vivas, junto con las interrelaciones que se establecen entre ellas, es uno de los mejores indicadores, por no decir el mejor, del estado de salud del medio natural.
Bajo el lema “El futuro de la vida silvestre está en nuestras manos”, tal y como viene sucediendo desde el 20 de diciembre de 2013, hoy, 3 de marzo, se conmemora el Día Mundial de la Naturaleza. Mediante la Resolución 68/205, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió institucionalizar esta celebración haciéndola coincidir con la fecha de aprobación de la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres, más conocida como Convenio CITES.
La conservación de la flora y la fauna silvestre es un pilar básico del desarrollo sostenible y contribuye al bienestar de los seres humanos. Muchos productos de consumo habitual, como medicinas, alimentos, materiales de construcción, o cosméticos, se obtienen, precisamente, a partir de la fauna y flora silvestre. De ahí que la ONU auspiciase en su día la adopción del Convenio CITES, que no tiene otro objetivo que frenar el comercio ilegal de especies silvestres, por ser dicho comercio uno de los factores que más inciden en su desaparición. No se debe olvidar que para que un animal o una planta exótica llegue a nosotros, otros muchos ejemplares habrán perecido. La lucha contra el tráfico ilegal de especies también intenta evitar los efectos que puede provocar una especie invasora en un ecosistema ajeno.
LA BIODIVERSIDAD: EL MEJOR INDICADOR DEL ESTADO DE SALUD DEL MEDIO NATURAL
El conjunto de especies vivas, junto con las interrelaciones que se establecen entre ellas, es uno de los mejores indicadores, por no decir el mejor, del estado de salud del medio natural.
Es bien sabido que tanto animales como plantas son excepcionalmente sensibles a la contaminación y a las alteraciones radicales del medio en el que habitan. Así pues, cuando una especie sufre un acusado descenso en su contingente, nos está informando de que algo no marcha bien. Ya sea por la presencia de sustancias altamente tóxicas, ya por la paulatina reducción de los ecosistemas que habitan las especies silvestres, éstas, incapaces de adaptarse, acaban desapareciendo.
Aunque sólo sea por puro egoísmo, el ser humano debería poner todos los medios a su alcance para evitar la extinción de otras especies, que podría ser el prólogo de la suya propia.
ALARMANTE NÚMERO DE ESPECIES EN PELIGRO
Cerca de 7.000 especies animales se encuentran en peligro de extinción. Se puede afirmar que todas ellas tienen en común que su desaparición está relacionada directamente o indirectamente con la actividad del hombre, por la caza y comercio de animales, la reducción de su hábitat, la extensión de tierra cultivable, la construcción de infraestructuras, la tala indiscriminada de bosques, la utilización de pesticidas, la caza ilegal o furtiva o los devastadores efectos del cambio climático.
Y esta triste realidad no afecta sólo a un puñado de especies icónicas en la lucha por la protección de la naturaleza, como el lince ibérico, el oso panda, el orangután o el tigre, sino que se extiende a especies poco visibles, como anfibios, reptiles y toda clase de especies vegetales, que acaban sucumbiendo en silencio, por su nula repercusión en los medios de comunicación.
SOSTENIBILIDAD: LA ASIGNATURA PENDIENTE
La sostenibilidad es la capacidad de un ecosistema para hacer frente a las crisis naturales o a las causadas por la actividad humana, recuperándose de ellas y manteniendo su viabilidad con el tiempo, sin agotar los recursos naturales.
Teniendo en cuenta la enorme presión demográfica que sufren los espacios naturales, sólo una decidida actuación humana puede llegar a compatibilizar su uso y su supervivencia.
Como siempre que hablamos de conservación del medio natural y desarrollo sostenible, no basta con disponer de mecanismos legales y medios materiales con los que llevarlos a cabo, sino que nuestra actitud y nuestros comportamientos constituyen las mejores herramientas.
Si queremos legar a las generaciones futuras un planeta único, cuya mayor riqueza es su diversidad biológica, debemos buscar la fórmula para conciliar conservación y desarrollo. Para ello, debemos comenzar cambiando nuestro comportamiento y hábitos diarios, cuidando nuestros recursos naturales y reduciendo nuestro impacto ambiental, protegiendo así la vida del resto de especies.