La organización ecologista Sea Shepherd (Pastor Marino) ha celebrado la «victoria» que supone la sentencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que considera que la caza de ballenas por parte de Japón no tiene fines científicos y por ello ordena revocar todos los permisos emitidos por Tokio.
Los barcos de Sea Shepherd han protagonizado en los últimos años numerosos incidentes con los balleneros japoneses en sucesivas campañas para denunciar e intentar impedir la caza de ballenas. Además, la sección australiana del grupo fue clave en la denuncia presentada ante la CIJ por Australia con el respaldo de Nueva Zelanda que hoy obtiene sus frutos.
«Con la sentencia de hoy, la CIJ ha adoptado una postura justa, en el lado correcto de la Historia, con la protección de las ballenas en el Santuario de Ballenas del Océano del Sur y del vital ecosistema marítimo de la Antártida», ha destacado el activista de Sea Sepherd Alex Cornelissen, presente en la lectura del veredicto, según un comunicado de la organización ecologista.
Los jueces han decidido por 12 votos contra 4 revocar los permisos para la caza de estos cetáceos en aguas del océano Antártico en una decisión contra la que no cabe recurso. «Aunque los persistentes arpones de Japón han seguido llevando a muchas especies de ballenas hacia la extinción, Sea Shepherd espera que tras la sentencia de la CIJ sea la caza de ballenas la que pase a las páginas de los libros de historia», ha añadido Cornelissen.
En cualquier caso, el grupo ecologista asegura que tendrá sus barcos preparados para diciembre de 2014 por si Japón incumple la sentencia y autoriza el envío de los balleneros en una nueva temporada de caza. «Si la flota ballenera japonesa vuelve, el personal de Sea Shepherd estará allí para hacer cumplir esta sentencia contra los balleneros piratas», ha advertido el grupo en su comunicado.
La caza de ballenas está prohibida a nivel internacional desde 1986, pero países como Noruega, Islandia y otros países continúan practicándola a pequeña escala, mientras que Japón se amparó en una normativa de la década de 1940 para seguir con esta actividad. En los últimos 20 años unas 10.000 ballenas han muerto a manos de los balleneros japoneses supuestamente para fomentar la investigación sobre estos cetáceos.
ep