Existen registradas 11 especies de anfibios en el área de Doñana. Los problemas de conservación relacionados con el descenso alarmante del número de individuos están ocasionados fundamentalmente por atropellamientos, pesca en zonas de marisma, destrucción de hábitats, el uso de pesticidas en los arrozales, especies invasoras como el cangrejo rojo americano y obviamente la sequía provocada por el cambio climático.
Un estudio realizado se ha centrado en dos especies que habitan en sus ecosistemas acuáticos: el gallipato, Pleurodeles waltl, y la rana común, Pelophylax perezi. Los resultados, publicados en la revista Freshwater Biology, muestran que la diversidad genética de ambas especies depende de las redes de lagunas, que son cada vez más escasas, de menor superficie y están más aisladas entre sí.
Los anfibios necesitan disponer de medios acuáticos de cierta extensión y bien conectados para poder mantener poblaciones saludables. Lo que revelan nuestros resultados es que, aunque los anfibios están aún distribuidos a lo largo de extensas áreas en Doñana, su diversidad genética, fundamental para garantizar su supervivencia a largo plazo, se encuentra concentrada allí donde aún se conservan redes de lagunas suficientemente grandes y próximas entre sí.
La mayor abundancia de anfibios de Doñana se concentra precisamente en la zona norte del parque, donde la red de lagunas temporales les ofrece un medio adecuado para su supervivencia. Pero incluso dentro de esta zona, son las lagunas más extensas y mejor conectadas entre sí las que son capaces de albergar la diversidad genética necesaria para garantizar su viabilidad.
Anfibios en Doñana: cangrejo rojo americano y cambio climático
Por si la reducción y eventual pérdida de estas lagunas por la sequía provocada por el cambio climático no fuese suficiente amenaza, estos medios se encuentran además ampliamente colonizados por especies invasoras como el cangrejo rojo americano, Procambarus clarkii, y la gambusia o pez mosquito, Gambusia holbrooki, que resultan devastadoras para los anfibios autóctonos.
Los resultados del trabajo asocian por tanto la salud de los anfibios de Doñana (y, por extensión, de la biodiversidad asociada a sus ecosistemas acuáticos) a la conservación de las redes de lagunas, temporales y permanentes, que dan vida a este espacio natural protegido.
En la zona sur del parque, donde la disponibilidad de medios acuáticos es mucho menor, los anfibios viven en los llamados zacallones, que son lagunas excavadas artificialmente para mantener agua todo el año, principalmente para uso ganadero. Sin embargo, estas lagunas son pequeñas y se encuentran bastante distantes unas de otras, y los datos recabados demuestran que las poblaciones de anfibios que habitan en ellas están genéticamente empobrecidas y aisladas.
Podría ser un aviso del futuro que les esperaría a los anfibios en sus refugios de la zona norte, si se mantiene la tendencia actual.
Ojalá estos datos supongan una nueva llamada de atención para que, entre todos, consigamos que se haga por fin un uso racional del acuífero que insufla vida a Doñana. En caso contrario, quedarán como otro testimonio más de la maravilla natural que heredamos y que no supimos proteger.
La situación de los anfibios del Parque Nacional de Doñana
Las lagunas, tanto estacionales como permanentes, cuya biodiversidad maravilló a naturalistas de todo el mundo que promovieron su declaración como Parque Nacional en 1969, se precipitan a su desaparición. No es un vacío mensaje alarmista: hoy en día la vegetación leñosa ha colonizado hectáreas de terrenos que, hace menos de dos décadas, se inundaban anualmente.
En Doñana, los medios acuáticos están dominados por su inmensa marisma, que se inunda con las lluvias de invierno y primavera y se seca por completo todos los veranos. La sequía estival forma parte de su régimen natural; el problema es que cada vez se inunda más tarde, la lámina de agua alcanza menor extensión y se seca en fechas más tempranas.
Por otro lado, hay lagunas que solían mantener agua durante todo el año, pero ya han empezado a secarse en verano. Además, Doñana alberga un verdadero tesoro en sus más de 3.000 lagunas temporales, que son un santuario de biodiversidad y se encuentran principalmente localizadas en las dunas fijas de la zona norte.
Por desgracia, muchas de ellas ya no se inundan, y las que quedan, y también la marisma, están sufriendo sequías cada vez más intensas y frecuentes asociadas a la reducción de la precipitación anual que provoca el cambio climático y a la insostenible sobreexplotación del acuífero que las alimenta.

















