El perro (Canis familiaris si se lo toma como especie o Canis lupus familiaris considerado como una subespecie del lobo), es un mamífero carnívoro de la familia de los cánidos. Los expertos estiman que hay unos 1000 millones de perros por todo el mundo y existen algo más de 300 razas reconocidas y muchas más por reconocer.
El perro doméstico proviene de un grupo ancestral común cuya data se remonta a más de treinta mil años. Los primeros restos fósiles de perros enterrados junto con seres humanos, señal de domesticidad, se encontraron en el Valle del Jordán y tienen unos doce mil años. Desde que dejaron las manadas de lobos y se integraron en las de los humanos, los perros han evolucionado conjuntamente en todas las culturas del mundo.
Evolución de las razas de perros
Durante milenios, los humanos han realizado una cría selectiva de perros para aumentar sus habilidades en el pastoreo, la caza, como animales de compañía o para su protección. Un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de Chapman en California (EE UU) cuestiona la hipótesis de que la apariencia de una raza ayude directamente a la especialización de tareas.
Los investigadores centraron su trabajo en el cráneo del perro. A partir de 117 especímenes de museo, generaron reconstrucciones en 3D de 41 razas domésticas y 18 subespecies salvajes. A continuación, examinaron si cada raza tenía rasgos distintivos para su finalidad prevista. Por ejemplo, estudiaron si los cráneos de las razas utilizadas por las fuerzas del orden y el ejército tenían rasgos distintivos para trabajos como seguir rastros y morder.
El cráneo de los canes
Descubrieron que las morfologías de este grupo eran estadísticamente muy parecidas a las de otras razas no destinadas a la protección, así como a las de lobos y coyotes. Solo algunas razas de compañía presentaban morfologías distintivas ligadas a la estructura extrema de su hocico.
“Esto no ocurre en nuestro análisis y, por lo tanto, podemos estar seguros de que la cría de formas especializadas no ha tenido un éxito significativo. Pero eso no quiere decir que la cría selectiva haya sido completamente ineficaz. Lo que parece ocurrir, y en lo que los humanos han debido ser realmente efectivos -ya sea intencionadamente o no-, es en generar razas que predispuestas a personalidades y comportamientos que les provocan hacer tareas específicas y eso, a su vez, les hace más efectivos”, dice a SINC Nicholas Hebdon, autor principal del estudio que publica la revista Science Advances.
Rasgos físicos específicos
Para explicar por qué externamente sí parece que existen estas distinciones, el investigador explica que toda esa variación se distribuye de forma bastante uniforme entre los diferentes grupos, en lugar de que cada uno de ellos posea rasgos únicos. “No es que no haya mucha variación, sino que la que vemos no tiene ningún tipo de patrón como cabría esperar”, subraya.
“Hay razas con un hocico ancho o profundo que no se emplean para desarrollar esa capacidad y, del mismo modo, hay razas que no poseen esos rasgos que empleamos con frecuencia. Todo se reduce a aquellos que no podemos observar visualmente o que pueden ser de naturaleza más cognitiva”, asegura Hebdon.
Cría selectiva de perros
La cría selectiva de estas razas de perros tiene una historia bastante larga, pero también bastante confusa debido a la falta de registros y de detalle. El proceso parece comenzar de forma bastante orgánica: algunos propietarios de perros que los emplean para tareas específicas (pastoreo, caza, etc.) simplemente los cruzan con otros que saben que tienen mucho éxito en esas tareas.
En un momento dado, la gente se da cuenta de que hay algo en la forma de los canes que parece estar relacionado y se asume que existe un vínculo entre la forma y la función, lo que se convierte en un factor de selección. Como los animales siguen siendo eficaces, se refuerzan las suposiciones, aunque haya factores ocultos que puedan estar impulsando ese éxito. A medida que aumenta el número de personas que conocen estas ideas, las incorporan a su proceso y se convierten en una práctica habitual. “Se crea un bucle de autorrefuerzo en las observaciones”, recalca el científico.
“Cuando empecé, me sorprendió lo poco que entendemos de los perros, teniendo en cuenta lo importantes que son para nosotros como compañeros y animales de trabajo en tantas tareas diferentes. Si esto es así en el caso de los canes, imagínense lo mucho que damos por sentado en nuestro conocimiento de otras especies”, enfatiza Hebdon.
El objetivo del equipo ahora es seguir explorando estas relaciones forma-función en otras especies. “Pero no hemos terminado con los perros, este trabajo me ha cautivado y mi intención es profundizar más en la comprensión de estos animales y las diferencias en su desarrollo y evolución respecto a otros cánidos salvajes”, concluye.












