Los técnicos y expertos en finanzas de toda Europa advierten que, algunos de los fondos que afirman respetar y basarse en criterios ambientales están expuestos a un alto riesgo de ser utilizados de ‘pantalla’ y que las empresas los empleen como una forma de greenwashing.
Fondos verdes: ¿sí o no?
A pesar de las promesas que ha llevado a cabo la industria de la inversión, la realidad es que se está haciendo muy poco para conseguir una reasignación real del capital, que fomente de forma eficiente y eficaz la participación activa de las empresas, en el proceso de transición climática que Europa y el mundo necesitan.
A priori las inversiones verdes o finanzas sostenibles resultan una interesante propuesta, para aquellos inversores que están preocupados por proteger el medio ambiente y el planeta. Pero, muchos se plantean si en realidad cumplen con su función y con las promesas que hacen y la respuesta es que en realidad no hay nada seguro al respecto.
Según los análisis realizados por los investigadores, algunos de dichos fondos están sobre todo expuestos a riesgos bastante altos de que las empresas los contraten para realizar maniobras de greenwashing, es decir disfrazar de sostenible y ‘verde’, una actividad que en realidad no lo es total o parcialmente.
El problema es que estos fondos son los que se promocionan como los que más respetan los criterios sociales, medioambientales y de buen gobierno a la hora de realizar inversiones, pero luego se prestan a maniobras de lavado verde. Y lo más triste es que son muy populares en Europa, en términos de gestión de activos.
Los especialistas en estudios y análisis de índices bursátiles afirman que, en vez de cumplir con los objetivos para los que se los ha creado y para los que se los promociona, algunos fondos de los que se han indexado como ‘verdes’, en realidad solo están contribuyendo de manera generalizada a que las empresas se escuden en invertir en ellos para hacer greenwashing.
¿Clima o dinero?
Un examen a fondo de los índices bursátiles que se autodenominan ‘verdes’ y que abarcó el período de 2011 a 2020, dejó al descubierto que los datos relacionados con el clima representan menos del 12 % de los elementos que se consideran determinantes a la hora de definir el tipo de acciones de una cartera.
Y ha quedado más que demostrado, que, dentro de ese periodo, los criterios financieros habituales, en particular los que están vinculados a la capitalización bursátil, fueron los que acapararon hasta el 88% de las variaciones vinculadas directamente con las distintas acciones y estrategias de inversión.
Para los técnicos está más que claro que muchos de los fondos y de los mandatos institucionales que afirmaban categóricamente que tenían un impacto positivo en el clima, en realidad se encontraban expuestos a riesgos tan significativos como obvios de greenwashing, en gran parte porque en sus carteras propusieron métricas climáticas atractivas e implementaron estrategias de colocación equivocadas.
De hecho, las empresas más importantes que han invertido en este tipo de fondos tienen nombres que se relacionan con el clima o con las bajas emisiones o con la sostenibilidad o con lo ‘verde’, pero son parte de conglomerados super contaminantes o se ‘esconden’ tras la fachada de lo sostenible, pero siguen su antiguo y polucionante camino.
Los expertos concluyen que hace falta una normativa más estricta y un control más exhaustivo de dichos fondos y de lo que se hace con ellos, para poner coto definitivo a esta situación.