El 3 de diciembre se conmemora el Día Mundial de No Uso de Plaguicidas 2024 para que la ciudadanía sea consciente del riesgo de su exposición a estas sustancias y tomen parte de la solución, reivindicando sus derechos de alimentarse de forma sana.
Los plaguicidas son productos fitosanitarios ampliamente utilizados en la agricultura para controlar plagas y aumentar la productividad. Sin embargo, algunos de ellos son extremadamente peligrosos para la salud humana y el medio ambiente, y pese a estar prohibidos en muchos países, aún se emplean en algunas regiones. El Pacto Verde Europeo exige para el año 2030 el uso de plaguicidas químicos y peligrosos.
Además de ser un grave peligro, porque son tóxicos y puede haber desgracias como la de Bhopal. Lo peor es que están acabando con la fauna y flora del mundo. El declive de la biodiversidad global es una triste e incuestionable realidad. Y la contaminación ambiental por plaguicidas se identifica como una de las causas de esta situación.
Impactos
A día de hoy se conoce en profundidad cuáles son los impactos reales de los plaguicidas. Esto se debe a la densificación de la red de vigilancia y la mejora de las técnicas de análisis. Puesto que estas estudian los agentes fitosanitarios y también los productos resultantes de su degradación (o transformación).
El glifosato es con diferencia el principal herbicida utilizado en el mundo. Y su principal producto de transformación (AMPA) se encuentra entre las sustancias más presentes en los suelos del mundo. Todos los ambientes están expuestos a la contaminación de mezclas de fitofármacos. Pero son las áreas agrícolas cercanas a los lugares de aplicación las que están más contaminadas.
Esta contaminación afecta a los suelos y cursos de agua y llega hasta los mares y océanos. Algunos contaminantes muy persistentes en el medio ambiente, como el DDT, el lindano o el hexaclorobenceno, prohibidos desde hace años, se han encontrado incluso en los fondos marinos profundos y las zonas polares.
¿Qué se está haciendo respecto a los plaguicidas?
En Europa existen ambiciosas políticas públicas para regular el uso de fitofármacos. Es decir, los pesticidas empleados en cultivos, jardines, espacios verdes e infraestructuras. Con el fin, aparentemente, de fomentar soluciones alternativas a los pesticidas sintéticos. Pero los usos de estas sustancias siguen siendo significativos. Y España es uno de los que más agroquímicos consume.
A las administraciones públicas, agricultores, asociaciones de defensa del medio ambiente, agencias del agua, científicos y ciudadanos les preocupa esta cuestión. Porque no solo afecta a nuestro medio ambiente, sino que está poniendo en riesgo la seguridad alimenticia de millones de personas y la supervivencia de todas las especies vivas.
La Unión Europea ha adoptado la directiva marco sobre el agua y la directiva marco estratégica para el medio marino o el paquete de plaguicidas para proteger mejor la salud humana y el medio ambiente frente a los riesgos vinculados a las sustancias químicas. Las prácticas agrícolas se están renovando, dejando más espacio para soluciones de biocontrol, agricultura orgánica y agroecología.
Se habla más de servicios ecosistémicos, es decir, servicios que la naturaleza nos proporcionó. Entre ellos destacan la polinización o la lucha biológica contra las plagas. Los holobiontes, conformados por un organismo y las comunidades de microorganismos íntimamente asociadas a él denominadas su microbiota. O el estudio de los exposomas: conjunto de exposiciones químicas, físicas y biológicas a las que estamos sometidos.