En este sentido, alentó a trabajar de forma coordinada a nivel internacional y garantizar la participación de todos los actores, circunstancia que requiere de objetivos cuantificables, medios para cumplirlos y formas rentables de medir el progreso.
Con motivo de su reciente intervención en la Cumbre Mundial de Bioeconomía celebrada en Berlín (Alemania), la Directora General Adjunta de la FAO para Clima y Recursos Naturales, María Helena Semedo, señaló que la bioeconomía, es decir, la economía que usa biomasa en lugar de recursos fósiles para producir alimentos y bienes no alimentarios como bioplásticos y productos farmacéuticos, puede constituir una gran ayuda con la que hacer frente a problemas acuciantes para la humanidad como son la pobreza, el hambre y el cambio climático.
No obstante, precisó que debe hacerse correctamente y, sobre todo, “con y para los agricultores familiares”, toda vez que una bioeconomía sostenible se basa fundamentalmente en la naturaleza y en las personas que producen y cuidan la biomasa, esto es, agricultores familiares, habitantes de los bosques y pescadores, que, por otra parte, acumulan grandes conocimientos sobre cómo gestionar de forma sostenible los recursos naturales.
En este sentido, alentó a trabajar de forma coordinada a nivel internacional y garantizar la participación de todos los actores, circunstancia que requiere de objetivos cuantificables, medios para cumplirlos y formas rentables de medir el progreso.
Apostó por la unidad y la colaboración sin exclusión, recordando que la FAO trabaja precisamente de forma coordinada con los Estados miembros y otros socios en los sectores convencionales de la economía (agricultura, silvicultura y pesca) y en tecnologías de interés como la biotecnología y la tecnología de la información al servicio de los sectores agrícolas.
Aludió a la innovación como un elemento clave en los sectores “bio”, por lo que considera necesario aunar el conocimiento tradicional y el nuevo, debiendo compartirlo y respaldarlo por igual.
Alrededor de 815 millones de personas en el mundo sufren todavía subalimentación crónica debido mayoritariamente a la falta de acceso a los alimentos. Un problema que, a juicio de Semedo, puede ser combatido desde la bioeconomía y mediante los ingresos adicionales derivados de la venta de productos biológicos.
Señaló también su contribución en la lucha contra el cambio climático, aunque advirtió de que un producto calificado como “bio” no significa que necesariamente ayude en la lucha contra el cambio climático, ya que depende de las condiciones en las que se produce y, sobre todo, de cuánta energía se consume en el proceso y de qué tipo.
Explicó también María Helena Semedo que la FAO, junto con un grupo de trabajo multisectorial internacional, está desarrollando directrices para una bioeconomía sostenible.
Por ahora se han identificado ya unos 25 ejemplos exitosos de bioeconomía a nivel mundial, entre los que cabe citar el trabajo de un grupo de mujeres pescadoras de Zanzíbar que produce cosméticos a base de algas, un producto de gran potencial comercial, ya que existe una gran demanda; o una comunidad de Colombia que ha intervenido en un proyecto para transformar pieles de piña en envases biodegradables y miel en jalea real.
La bioeconomía es un paso más hacia la economía circular, puesto que emplea biomasa en lugar de combustibles fósiles y crea nuevos productos a partir de residuos que, de otro modo, acabarían abandonados en el medio natural.