Pase lo que pase nadie se va, nadie asume fallos o negligencias, no hay errores propios porque siempre son ajenos, no hay fallos en primera persona porque se cometen en tercera. Lo estamos viendo estos últimos meses, semanas y días en Catalunya donde el arte de esconder la porquería debajo de la alfombra o el de pasar la pelota al tejado del lado llega a unas magnitudes únicas, de cátedra.
El incendio de Horta de Sant Joan ha puesto de manifiesto que no existe la dignidad entre algunos políticos quienes, lejos de asumir que las cosas no se hicieron bien y que hubo descoordinación en los operativos, califican el proceso de perfecto y su actuación política como intachable. El Conseller Saura dijo que la intervención de los cuerpos de extinción actuantes en el incendio había sido impoluta y días después el Conseller Baltasar, compañero de partido de Saura, admitió la existencia de algunas arrugas en ese traje tan bien planchado que nos había vendido ese propio compañero.
Nunca sabremos la verdad. Solo quedara claro que las llamas se llevaron cuatro vidas humanas, la paciencia del alcalde de Horta y las verdades de muchos vecinos que sabían cómo se había originado el incendio y fueron callados por los mandos de los cuerpos de extinción y los políticos. Este incendio, tan mediático como trágico, también nos has demostrado hasta que punto de crueldad pueden ejercer algunos medios para ganar audiencia emitiendo sin cortes ni vergüenzas las llamadas telefónicas de los que acabaron pereciendo entre las llamas.
Tras el fuego llegaron las lluvias. El agua ha castigado sin tregua a media España y se ha cebado con las tierras andaluzas. Zonas donde su presencia era simbólica se han convertido en autenticas piscinas y lodazales, pantanos improvisados con las casas como presa hasta que la presa ha cedido dando paso a la riadas que se han llevado por delante todo lo que encontraban a su paso, vidas humanas incluidas.
Las lluvias torrenciales han sacado a la luz los sistemas ilegales utilizados para construir en zonas donde no se debe, espacios donde las rieras y torrenteras, cauce natural del agua que baja cuando cae en exceso, estaban tapadas o rellenadas para poder edificar con el peligro de desbordamientos e inundaciones que suponía y, al final, ha supuesto.
Y las lluvias dieron paso a la nieve. Catalunya emblanqueció en pocas horas ante la sorpresa de la mayoría. Los meteorólogos habían advertido del fenómeno pero los gobernantes catalanes, que aun son más fenómenos, hicieron caso omiso de los avisos y esperaron al caos para actuar. Centenares de personas durmiendo en sus coches en medio del autopista, miles de camiones parados en La Junquera o en Port Aventura, los trenes sin circular, los barcos anclados y los aviones sin levantarse de la pista y llenando los aeropuertos de pasajeros que convirtieron la terminal en su dormitorio improvisado. Girona ha sufrido la incompetencia del tripartito catalán con la máxima contundencia al ser la zona más afectada por la falta de suministro energético. En algunos municipios, muchos de ellos dedicados al turismo y plagados de hoteles que tenían un buen nivel de ocupación esos días, se han quedado sin luz más de una semana. La aparición del Presidente de la Generalitat de Catalunya en la televisión autonómica sirvió para crispar aun más los nervios. Montilla fue capaz de calificar la gestión de la nevada como ejemplar y añadió que no hay indicio alguno para cesar a ningún Conseller.
Qué gran torero seria este cordobés reconvertido a President si se hubiese dedicado al arte taurino. Lo suyo es desviar la atención, torear a los catalanes con seguridad, con la misma que han afrontado el debate sobre el futuro de las corridas en Catalunya los Diputados del Parlament. Unos quieren poner fin a la masacre y otros defienden el arte de torear. Y en medio del debate, veloz como la lluvia y gélida e impulsiva como la nieve, apareció Esperanza Aguirre dando el último capote y anunciando que los toros son un bien cultural a proteger.
Después aun quieren que votemos, que confiemos en la casta política, que acudamos a las urnas a ejercer lo que es un derecho y se nos antoja como una obligación para echar a unos y dar paso a los otros que también se merecerán, tras un tiempo, ser relevados. Este ciclo se repite siempre y al final agota al votante que deja de votar. Por eso la abstención gana por mayoría absoluta. Por eso digo y mantengo, aunque preferiría lo contrario, que… España es diferente.
Ángel Juárez Almendros
Presidente de Mediterrània-CIE