Hacer cuentas tiene sus entresijos (pero también sus réditos). Los bancos ayudan a la gente a ahorrar, e invertir, comprar casas y aumentar su riqueza. También ayudan a crear negocios y expandirlos; y a las economías a prosperar financiando infraestructura y comercio exterior. También añaden valor más allá del crédito: promueven la competencia introduciendo nuevos productos y tecnologías, creando empleo, capacitando a su personal, pagando impuestos e invirtiendo en las comunidades locales. ¿Cómo contabilizar esos aportes?
Invirtiendo en medición. Algunos bancos pioneros como Standard Chartered ya han comenzado. En octubre del 2010, lanzó el primero de una serie de estudios de impacto socio-económico en las economías en las que opera. El estudio de Standard Chartered Ghana encargado al profesor Ethan B. Lapstein de INSEAD, intenta contabilizar el impacto directo, indirecto e inducido de las operaciones del banco en el empleo y valor añadido al país. Utiliza una matriz de contabilidad social para medir el efecto multiplicador de sus actividades. Concluye que en 2009, su cartera de crédito de $900 millones generó directa e indirectamente $400 millones de valor añadido equivalente al 2.6% del PIB de Ghana y apoyó la creación de 156.000 empleos.
Quizás no todos estarán de acuerdo con el enfoque de la metodología y muchos argumentarán que todavía se puede afinar, por ejemplo, substrayendo de la ecuación los impactos negativos. Pero éste es un primer paso. A medida que el público demande más estudios de este tipo y los intentos sean más frecuentes, las metodologías se perfeccionarán y convergerán, tal vez hasta llegar a un estándar de medición que algún día permita a un inversor decidir a qué banco confiar su dinero dependiendo del valor que aporte a su sociedad.
http://blogs.iadb.org/ – Gema Pérez