Ángeles Parra señala que, para un occidental medio, a parte de la contaminación aérea (si vive en una gran ciudad), a no ser que tenga un trabajo peligroso, la principal fuente de contaminación está en la alimentación.
La mayoría de las personas hoy, en Occidente, salvo excepciones, no tienen, afortunadamente, un trabajo que comporte graves riesgos para su salud por temas ambientales.
Sí que hay trabajadores que padecen o pueden padecer exposiciones: mineros, trabadores de las alcantarillas, mujeres u hombres de la limpieza, personas que trabajan en «edificios enfermos», trabajadores de la agricultura convencional, obreros/as que desarrollan su trabajo en empresas químicas y/o farmacéuticas, etc. P
ero no es lo habitual. En este sentido, hemos mejorado algo. Antes, muchos obreros, especializados o no, trabajaban sin ningún tipo de protección ni asesoramiento.
Eran carne de cañón. Desgraciadamente, sí que muchos de nosotros vivimos en grandes urbes, con la exposición a contaminación aérea que ello comporta. Aún así, el peligro más acechante es el que encontramos en los alimentos para la mayoría de los ciudadanos.
La dieta más sana es la ecológica. Si es local, mejor. Si es ovolacteovegetariana, mejor todavía. Si es de temporada, fetén. Lo más artesanal posible. Sin demasiadas grasas, azúcares y frivolidades, aunque sean ecológicas.
En la revista de Muface hemos encontrado un texto ilustrativo: «En el momento actual, la mayor esperanza de vida unida a nuevos usos y costumbres ha cambiado el patrón de enfermedad hacia las patologías crónicas. Atendiendo a la mortalidad que producen y por orden, estas son las cuatro más importantes:
- Enfermedades cardio y cerebrovasculares (más de 15 millones de fallecimientos);
- Enfermedades respiratorias como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (tres millones) más el cáncer de pulmón, tráquea y bronquios (1,7 millones);
- Enfermedades degenerativas (1,6 millones);
- Demencias seniles (Alzheimer), que se han duplicado en los últimos cuatro años.
En todo caso, como decía el profesor Jaime Miquel Calatayud, doctor en Farmacia y gerontólogo que trabajó en la NASA para estudiar los factores que llevan al envejecimiento: ‘La vida es como una partida de cartas. Se reparten cuando nacemos (los genes) y con esas cartas tendremos que jugar toda la vida.
Eso sí, dependiendo de cómo las juguemos, podremos ganar o no la partida’”. Así es. Puedes elegir ciertos caminos que conducen a la enfermedad o a la salud. Hay elecciones que dependen de ti.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha afirmado que “seis de cada diez enfermedades ya están relacionadas con lo que comemos, y las que más despuntan son la hipertensión arterial, el colesterol elevado, la deficiencia de hierro, el sobrepeso, la obesidad y la diabetes”.
Esto es así hasta tal punto que, por ejemplo, según ha informado Deusto Salud, vivir en una sociedad que se alimenta tan mal «ha provocado que haya un aumentado del número de profesionales en nutrición y dietética«.
Desde Deusto salud se hace hincapié en que «las matriculaciones para el curso de Nutrición se han duplicado en un año» y la previsión es que en los próximos años este crecimiento sea todavía mayor antes la creciente de demanda «de un marco académico y formativo que genere profesionales de calidad».
Incluso, los sectores sociales más conservadores muestran interés por un cambio en la alimentación.
La dieta ecológica nos hace vivir más y con más salud. La dieta convencional es responsable de alrededor el 80% de las enfermedades de la civilización y de sus consecuencias sanitarias a nivel global.
Textos de algunos especialistas nos muestran que, en el siglo XIX, algunos médicos misioneros que viajaban a lugares remotos (entonces) observaron que “muchas de las enfermedades que eran habituales en la civilización occidental… eran extremadamente raras en los países visitados”.
Estas patologías se han ido multiplicando y expandiendo en las últimas décadas. Con los últimos eslabones de la modernidad, las enfermedades más características de nuestra era han ido aumentando su incidencia a medida que ha aumentado el índice de industrialización y de “tecnologización de la vida” y, especialmente, con el aumento de la exposición a determinados contaminantes a través de la alimentación convencional y la forma en que la tomamos con unos hábitos pérfidos desde diversos prismas…
Esto debería hacernos recapacitar. Podemos elegir un camino más seguro y más sano para nosotros y para los nuestros…
Autora: Ángeles Parra es directora de BioCultura y presidenta de Vida Sana
Fuente: Vida Sana