Comer en familia manteniendo las costumbres de convivialidad tradicionales de la dieta mediterránea influye en los hábitos de alimentación de las personas adolescentes y previene trastornos de la conducta alimentaria. Es lo que concluye un estudio elaborado por científicos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que se ha publicado en la revista científica de acceso abierto “International Journal of Environmental Research and Public Health”.
«En un momento en que el confinamiento por la pandemia ha revivido las comidas en familia, este estudio señala uno de los posibles aspectos positivos de la situación que nos ha tocado vivir», explica Anna Bach-Haya, del grupo de investigación Foodlab y profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud.
La investigación establece que algunas rutinas de las comidas familiares, tales como compartir los alimentos, sentarse alrededor de una mesa sin aparatos digitales o tener una conversación agradable, son aspectos beneficiosos para la adolescencia y contribuyen a su salud. De acuerdo con otros informes, esta convivialidad, en la que es común conversar y comer de manera más lenta, promueve que los adolescentes reconozcan la sensación de saciedad en las comidas e, indirectamente, evita la obesidad.
Socialización
El estudio, que se llevó a cabo mediante entrevistas en profundidad a familias de Cataluña con adolescentes de entre doce y dieciséis años, analiza uno de los aspectos menos estudiados de la dieta mediterránea: la socialización en las comidas y cómo la manera en que se consumen los alimentos repercute también en la salud.
«Para tener una dieta saludable no sólo influye lo que comemos, sino también cómo lo comemos», explica Anna Bach-Hago. «La dieta mediterránea es mucho más que una lista de alimentos. Es un modelo cultural que incluye cómo se seleccionan, se producen, se procesan y se consumen estos alimentos».
Conversando que es gerundio
Para determinar el grado más o menos elevado de convivialidad en las familias estudiadas, los investigadores analizaron la frecuencia y la duración de las comidas familiares, el lugar donde se hacían, el uso de aparatos digitales, la preparación de los alimentos y el tipo de comunicación que se establecía en estos encuentros.
Según el estudio, la mayoría de las familias se reunía únicamente para la cena y sus hábitos variaban dependiendo de si comían solos o con sus seres queridos. La investigación identificó que las comidas familiares eran un espacio para comunicarse y socializar, y que cuando las familias les dedicaban menos tiempo, no se sentaban en la mesa, se distraían con aparatos digitales o no mantenían conversaciones agradables en estos encuentros, también seguían en menor medida la dieta mediterránea.
Los padres
Para la mayoría de los progenitores, comer en familia era especialmente importante si tenían hijos o hijas adolescentes, dado que esto favorece la conversación y estrecha los lazos familiares. «Cuando los niños son pequeños es más fácil, pero en la adolescencia hay una desconexión entre tú y ellos y, mediante estas conversaciones, se puede entrar un poco en su mundo», explicaba una de las madres entrevistadas.
Además, la mayoría de los encuestados consideraba que, gracias a estos encuentros familiares, los progenitores se convierten en modelos que ayudan a establecer patrones saludables para los hijos. Esta impresión coincide con los resultados de otros estudios, en los que se demuestra que comer en familia se relaciona con una dieta más saludable, con más verduras y frutas y menos bebidas azucaradas.
Dieta occidental
Para Anna Bach-Haya, preservar las tradiciones en la manera de comer es esencial para conservar los beneficios de la dieta mediterránea y promover la salud de las nuevas generaciones. Pero, desde hace varias décadas, la dieta mediterránea pierde peso ante la llamada «dieta occidental», en la que predominan los alimentos procesados y el hecho de comer de manera rápida, muchas veces frente al televisor.
Considerar estos aspectos, incide el estudio, es vital para promocionar una alimentación saludable en la adolescencia y diseñar campañas de salud pública. Un ejemplo fue la campaña «Implícate», que se llevó a cabo en Cataluña y en el que participaron investigadores de este estudio. «Igual que aconsejamos comer cinco frutas y verduras diarias», explica Bach-Haya, «se podría recomendar hacer por lo menos una comida en familia al día».
Artículo de referencia
De la Torre-Moral, A.; Fàbregues, S.; Bach-Faig, A.; Fornieles-Deu, A.; Medina, F. X.; Aguilar-Martínez, A.; Sánchez-Carracedo, D. «Family Meals, Conviviality, and the Mediterranean Diet among Families with Adolescents.» Int. J. Environ. Res. Public Health 2021, 18, 2499. https://doi.org/10.3390/ijerph18052499
Fuente: Vida sana