Se llaman gatos ferales a todos aquellos felinos domésticos que por diversas razones (escapes, abandonos, nacimiento en las calles, etc.) se han ‘asilvestrado’ y viven sin contacto con los humanos. Aunque a veces dependen de ellos para alimentarse y gozar de buena salud si viven en colonias controladas.
¿Por qué hay gatos ferales?
La feralidad no depende del lugar donde viva el animal, sino en que este goce de libre albedrío. Los gatos ferales suelen rehuir la compañía humana, pero toleran la presencia de los alimentadores de colonias. Y hasta se permiten algún contacto con ellos, aunque los cuidadores lo evitan para que no cojan confianza. Ya que lamentablemente hay mucha gente que aprovecha estas “debilidades felinas” para hacerles daño.
Los gatos ferales son los controladores naturales de las ratas y los ratones, que se alimentan de la basura que generan los humanos. Por lo que, en vez de combatirlos y diezmarlos, hay que cuidarlos, controlarlos y protegerlos. De hecho, la nueva Ley de bienestar animal, deja en manos de los Ayuntamientos velar por su seguridad y salud.
Jamás se debe abandonar un doméstico entre los gatos ferales. Cuando un gato está acostumbrado a unas condiciones de comodidad, atención sanitaria y alimentación, no sabrá desenvolverse solo. Y es muy posible que perezca en la calle. Si no es por estrés, peleas o falta de comida, puede acabar bajo las ruedas de cualquier vehículo, puesto que desconoce las ‘reglas de la calle’.
Las camadas no deseadas
En cuanto comienza el calor aparecen camadas de gatitos ferales, pero antes de tocarlos siquiera hay que asegurarse que su madre no esté cerca, puesto que es fundamental que tomen leche materna al menos por dos meses. La domesticación de los gatos ferales bebés es posible, siempre que se haga con cariño y mucha paciencia. Y recuerda siempre: NO compres animales, Adopta uno sin hogar.
¿Qué significa CES?
Es el método de control de colonias felinas que hasta ahora se ha comprobado, tiene mayor eficacia, puesto que permite comprobar el estado de salud de los animales y evita que se produzcan camadas de gatitos no deseadas y que se incremente el número de gatos. Consiste en tres pasos: Capturar, Esterilizar y Soltar.
Se los coge con jaulas trampa, se los lleva a la veterinaria donde se los revisa concienzudamente, se los vacuna, desparasita interna y externamente, se los castra y se los medica con antibióticos. Tras un periodo de recuperación que en casos ideales se hace en casas de acogida, los gatos retornan a sus colonias. En muchos municipios españoles los Ayuntamientos colaboran activamente con las asociaciones y protectoras.
Si se captura un gato feral que resulta ser muy cariñoso, puede ser valorado por alguien que conozca de conductualidad felina, quien estudiará la posibilidad de sociabilizarlo. Aunque si no es posible hacerlo, el animal debe volver a su colonia.
La nueva Ley de protección Animal ampara a los gatos ferales en el sentido de que da un marco legal a la gestión de colonias, a la figura de la persona que los alimenta, pone bajo la jurisdicción y responsabilidad de los municipios el control y la aplicación del método CES, etc.