Los océanos atraviesan un punto de inflexión que ya no admite demoras diplomáticas. En la antesala de la COP30, científicos y comunidades costeras advierten que el deterioro del “pulmón azul” avanza más rápido que la capacidad de los Estados para coordinar respuestas.
Por eso, la cumbre enfrenta un triple desafío que definirá no solo el futuro marino, sino la estabilidad climática del planeta. El primer desafío es la protección de la biodiversidad. Aunque la meta global de resguardar el 30% de las áreas marinas para 2030 cuenta con amplio respaldo, su implementación sigue rezagada.
Las barreras comunes frenan avances urgentes. Mientras tanto, arrecifes, manglares, praderas submarinas y especies migratorias sufren una degradación acelerada que amenaza redes ecológicas esenciales para la vida y la seguridad alimentaria de millones de personas.
COP30: el último gran aviso para rescatar un océano que ya no puede esperar
Los océanos no esperan: la COP30 enfrenta un triple desafío para preservar vivas sus aguas: océanos vivos, sanos, abiertos a la tecnología y resilientes es el horizonte de la COP30, donde la comunidad internacional, entre esperanzadora y escéptica, enfrenta un triple desafío: integrar la conservación marina en las políticas nacionales, frenar la contaminación y potenciar las ciencias oceánicas para proteger el pulmón azul del planeta.
En la antesala de la COP30, científicos y comunidades costeras advierten que el deterioro del “pulmón azul” avanza más rápido que la capacidad de los Estados para coordinar respuestas.
Esta COP30 en Belém (Brasil) representa una «oportunidad» para incorporar la conservación marina en las políticas nacionales de acción climática, según Naciones Unidas, y para ello en Brasil, los océanos, responsables de producir al menos del 50 % del oxígeno del planeta del planeta, verán el desarrollo del «Desafío NDC Azul».
Se trata de una iniciativa internacional, a la que se han comprometido varios países, para incorporar soluciones oceánicas en su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) a las que obliga el Acuerdo de París.
Este desafío subraya la «urgencia» de reconocer el papel central del océano como aliado frente a la crisis climática, mediante la restauración de ecosistemas costeros, la planificación espacial marina, el abandono progresivo de los combustibles fósiles en el mar y la expansión de energías oceánicas limpias entre otros objetivos.
El litoral de Brasil con casi 7.500 km es el decimosexto más largo del mundo, bañado exclusivamente por el Océano Atlántico, y en donde la erosión costera acelerada, la contaminación por plásticos y otros desechos, y la contaminación derivada de derrames de petróleo y el hundimiento de barcos con materiales tóxicos destacan entre los mayores problemas a los que se enfrenta.
Pero avanzar en la salvación de los océanos, debe incluir «soluciones basadas en la ciencia» con compromisos de mitigación, descarbonizar las actividades marítimas y portuarias y promover una economía azul con bajas emisiones», además de políticas que aseguren «conocimientos científicos» de todos los actores interesados.
Una crisis acelerada: cómo la contaminación, el plástico y el calentamiento están asfixiando el mar
El océano ha sido durante décadas un aliado fundamental para moderar los efectos del cambio climático, pero a día de hoy atraviesa una crisis profunda: la eutrofización, la acidificación, el calentamiento del agua y la contaminación por plásticos deterioran aceleradamente su salud.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) el plástico representa el 85 % de los residuos que llegan a los océanos y para 2040 los volúmenes de este material que fluirán hacia el mar casi se triplicarán, con una cantidad anual de entre 23 y 37 millones de toneladas, es decir alrededor de 50 kg de plástico por metro de costa en todo el mundo.
En la COP30 será clave no solo debatir soluciones, sino garantizar mayor inversión en ciencia oceánica que permita entender y enfrentar mejor los cambios que afectan al océano y al clima global.
La ciencia como salvavidas: más inversión, más cooperación y más tecnología oceánica
El pasado septiembre, el Tratado de Alta Mar (BBNJ), «Acuerdo bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar sobre la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica Marina en Áreas Más Allá de la Jurisdicción Nacional», ha alcanzado ya las ratificaciones suficientes para su entrada en vigor, aproximadamente en enero de 2026.
El océano ha sido durante décadas un aliado fundamental para moderar los efectos del cambio climático, pero a día de hoy atraviesa una crisis profunda: la eutrofización, la acidificación, el calentamiento del agua y la contaminación por plásticos deterioran aceleradamente su salud.
El pacto –también llamado «tratado de alta mar»– cubre dos tercios de la superficie oceánica mundial que se encuentra más allá de las fronteras nacionales y establece normas jurídicamente vinculantes para conservar y utilizar sosteniblemente la biodiversidad marina, compartir más equitativamente los beneficios de los recursos genéticos marinos, crear áreas protegidas y fortalecer la cooperación científica.
El Acuerdo se basa en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, considerada la «constitución de los océanos».
Una vez que el tratado de alta mar entre en vigor en enero de 2026, proporcionará un marco global para ayudar a alcanzar los objetivos internacionales de biodiversidad, incluido el compromiso de proteger el 30% de las áreas terrestres y marinas para 2030 bajo el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.
La COP30 necesita impulsar un marco que articule clima, biodiversidad y economía azul, capaz de frenar la explotación sin límites y fijar reglas claras para un futuro sostenible.
Los océanos no esperan. Si la COP30 no convierte este triple desafío en acción concreta, el “pulmón azul” puede entrar en una fase de deterioro irreversible. Seguir leyendo en ECOticias.com / EFE
















