La geoingeniería incluye una amplia gama de líneas de acción, como, por ejemplo: lanzar partículas de sulfatos a la estratosfera —imitando nubes volcánicas— para reflejar los rayos solares; verter partículas de hierro en el mar para acelerar el crecimiento de plancton que absorba dióxido de carbono; blanquear las nubes; modificar genéticamente plantas y árboles para reflejarla luz del sol; plantar millones de árboles para quemarlos como carbón y enterrarlos para aumentar la absorción de CO2 del suelo (biochar), entre otras.
Todas las propuestas tienen elementos en común: se proponen intervenir deliberadamente en el clima, un sistema global de alta complejidad, insuficientemente conocido, que está interconectado y afecta directamente a otros sistemas básicos para la supervivencia del planeta y la población, como la biodiversidad, los sistemas marinos y terrestres o los agroecosistemas. Para que las propuestas de la geoingeniería tengan algún efecto sobre el clima, se deberían desarrollar a gran escala, y sus posibles impactos, previstos o imprevistos, serían también de enorme alcance y, en su mayoría, irreversibles.
Por otra parte, la geoingeniería no se propone atender las causas de la crisis climática ni modificarlas; son propuestas para paliar los síntomas, por lo que el proceso de cambio climático seguiría su curso, con emisiones crecientes y efectos acumulativos. Algunas propuestas en curso, como crear nubes volcánicas artificiales, acentuarían problemas ya existentes como el agotamiento de la capa de ozono y la acidificación de los mares. Si se creara una nube volcánica artificial sobre el Ártico, se podría hacer bajar la temperatura, pero hay científicos que han señalado que modificaría también los patrones de precipitación en otras regiones, alterando los regímenes de monzones en Asia y los vientos en África, colocando en riesgo las bases alimentarias de 2000 millones de personas.
Si los problemas de la geoingeniería son tantos y tan graves, ¿quién y por qué la está proponiendo? Se trata de una convergencia entre diferentes sectores e intereses. Algunos científicos argumentan que la geoingeniería es un plan B para enfrentar una emergencia ante situaciones catastróficas, si las negociaciones internacionales no dan resultado. Esto plantea el espinoso tema de quién decide cuándo se considera que la situación es una “emergencia”. Para los políticos de países que son grandes emisores de gases de efecto invernadero —los mayores responsables del fracaso de las negociaciones climáticas— la geoingeniería es una opción para evitar medidas impopulares que les resten votos: podría seguir todo como está y aplicar la geoingeniería para enfriar el planeta aunque se siga calentando. También convergen en ese sentido grandes empresas asociadas al cambio climático, que ven la geoingeniería como un plan A: no tendrían que cambiar sus actividades contaminantes y podrían aumentar sus negocios vendiendo tecnologías que crean dependencia, pues una vez iniciado el proceso no se podría detener, ya que el impacto sería mayor que si no se hubiera puesto en marcha.
La geoingeniería es cara, pero está al alcance de países industrializados e incluso de empresas e individuos. Esto plantea otro conflicto internacional: ¿quién manejará el termostato global y con qué fines? La temperatura óptima para un país podría ser devastadora para otro que no hubiera decidido sobre ello. ¿Qué garantiza que aunque se despliegue una tecnología para el cambio climático no sea usada con fines bélicos? En general, el tema de la geoingeniería nos coloca ante la pregunta fundamental de si un grupo de países, individuos o empresas tienen derecho a intervenir en sistemas planetarios, que afectarán necesariamente a todos.
Por estas razones y considerando que ya existen iniciativas unilaterales y una “coalición de voluntarios” para desarrollar la geoingeniería, el Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas decidió en octubre 2010 establecer una moratoria global a la geoingeniería. Es una primera medida que reafirma el principio de precaución, que es necesario profundizar y fortalecer.