La Amazonía está en grave peligro. Si queremos evitar un empeoramiento del cambio climático, la pérdida de su rica biodiversidad y garantizar la supervivencia de los pueblos indígenas, es fundamental detener la deforestación y degradación de la Amazonia.
Brasil es el país que alberga la mayor parte de la selva amazónica, pero la deforestación y la degradación forestal es un problema crónico. La expansión de la frontera agrícola para la creación de pastos para la ganadería y el cultivo de soja y es la principal responsable de este problema.
También, la explotación forestal industrial, en gran parte ilegal, abre el camino a la destrucción posterior mediante el uso del fuego. Otra gran amenaza son los grandes proyectos hidroeléctricos que amenazan los valiosos ríos de la cuenca amazónica.
Nuestra dieta tiene mucho que ver con lo que pasa en la Amazonia
La expansión del cultivo de soja en Brasil se debe en gran medida a la demanda internacional de piensos que la ganadería industrial necesita para alimentar los pollos, cerdos, vacas, etc. que forman parte de nuestra dieta excesivamente rica en proteína de origen animal.
También hay empresas españolas responsables en la conflictividad que se vive en la región amazónica. Empresas eléctricas y empresas aseguradoras están intentando hacer negocios con estos proyectos destructivos.
Además, el mercado español de madera tropical tiene una gran responsabilidad, ya que España también es uno de los mayores importadores europeos de madera tropical amazónica. La demanda de maderas valiosas, como el ipé, alimenta el fraude y la corrupción en el sector forestal.
España es, dentro de la UE, uno de los principales importadores de madera de ipé, contribuyendo no solo a la destrucción de la Amazonia sino también a la invasión de territorios indígenas o el trabajo esclavo.
La Amazonia brasileña ha perdido una superficie forestal superior al tamaño de Francia
Desde 1970, según datos de Greenpeace, solo la Amazonia brasileña ha perdido una superficie forestal superior al tamaño de Francia. Este mismo año, de acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil, se batía el record de deforestación en un mes de abril con 580 km2 perdidos, un 42 % más que en el mismo mes de 2020. Un dato poco halagüeño si tenemos en cuenta que la temporada seca, la de mayor destrucción, empieza en mayo y alcanza su apogeo en agosto.
Las cifras son especialmente preocupantes, además, porque duplican las de hace solo unos años. En 2012 la deforestación en la Amazonia brasileña se redujo hasta los 4.571 km2, la cifra más baja desde que el INPE comenzara a realizar mediciones por satélite en 1988 a través del programa TerraBrasilis.
La cifra más alta, en cambio, se dio en 1995 con 29.059 km2 de selva desaparecidos, seguida por los 27.772 km2 de 2004. A partir de entonces, con la llegada de Lula da Silva al gobierno, esa cifra fue cayendo hasta alcanzar el mínimo citado de 2012 para, a continuación, rebotar hasta los alarmantes datos actuales.
Causas de la deforestación de la Amazonía
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un 80 % de la pérdida de bosques en Brasil se relaciona directa o indirectamente con la ganadería. El país carioca es, de hecho, el principal exportador de carne del mundo y, de acuerdo con el Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas (IPAM), las áreas con las mayores tasas de deforestación y más brotes de incendios se encuentran cerca de las ciudades con mayor concentración de cabezas de res.
Asimismo, otra de las principales causas de la deforestación de la Amazonía es la explotación forestal, aquellas actividades relacionadas con la tala de árboles, realizada en gran parte de forma ilegal. El mercado de madera tropical alrededor del mundo depende en gran medida de la destrucción de la selva amazónica y Estados Unidos, Francia, Portugal, Bélgica y Países Bajos se encuentran entre los países que más madera de Ipé, árbol brasileño en peligro de extinción, importan de manera ilegal.