La selva tropical es un ecosistema que alberga una inmensa biodiversidad, regula el clima global y sostiene la vida de millones de personas. Sin embargo, enfrenta amenazas crecientes como la deforestación, la minería ilegal y la expansión agrícola intensiva.
Para garantizar su preservación a largo plazo es necesario apostar por estrategias que integren la protección ambiental con el bienestar social y económico de las comunidades que dependen de la selva. Justo la demanda que ayer jueves, en el marco de la celebración del III Foro Latinoamericano de Economía Verde (FLEV) que organiza la Agencia EFE, realizaron de la mano grupos de indígenas y ecologistas.
Por una selva que quiere sobrevivir
Representantes de pueblos originarios y ONG ambientalistas llamaron este jueves en São Paulo a autoridades y empresas a avanzar urgentemente en la conservación de las selvas, mediante la promoción de actividades económicas sustentables y la concesión de derechos a la naturaleza. Leandro Karaí Mirim, indígena guaraní y comunicador del Museo de las Culturas Indígenas de São Paulo, afirmó durante el III Foro Latinoamericano de Economía Verde (FLEV) que organiza la Agencia EFE, que la legislación ambiental brasileña debería otorgar “derechos” a las selvas, en línea con el ejemplo de Bolivia.
«Cuando un río es contaminado por una empresa, este es asesinado», afirmó el comunicador.
Karaí Mirim se refirió al impacto «espiritual» de la deforestación y equiparó la tala de árboles a un «desmembramiento». En ese sentido, el representante indígena tachó de «lamentable» los retrasos en la homologación de tierras indígenas por parte de las autoridades, pese a que la Constitución brasileña les obliga a ello.
Esto es preocupante, coincidió Leonardo Sobral, director forestal de la ONG Imaflora, porque la homologación de tierras indígenas y la creación de unidades de conservación son la forma más efectiva para detener la deforestación. «Las selvas públicas no destinadas (que no son reservas ni unidades de conservación) son las áreas más susceptibles a la tala», afirmó.
Sin embargo, este tipo de esfuerzo de conservación no basta y Sobral abogó por impulsar la producción sustentable de frutas autóctonas para ofrecer a los habitantes de regiones selváticas una alternativa económica a la tala. «Hay que conciliar producción con conservación», apuntó, antes de poner como ejemplo la extracción de látex y de açaí.
Otra estrategia es la adoptada por la Fundación ProYungas, que trabaja con decenas de empresas en el norte de Argentina para ayudarlas a preservar las áreas silvestres que poseen. «Tenemos que inclinar al sector privado a invertir parte de su renta en la conservación», afirmó Estefanía Sánchez, coordinadora técnica de la ONG, quien señaló que esos esfuerzos tienen que ser «proactivos«.
Uno de los proyectos de la ONG es ayudar a esas empresas a calcular el carbono acumulado en las áreas silvestres conservadas para que lo contabilicen en su huella ambiental y lo puedan transmitir al público con el consecuente beneficio reputacional. Sánchez destacó que el sector privado puede llegar a aportar un 15 % adicional al 15 % de la superficie argentina que ya está protegida con unidades de conservación. «El sector productivo no es el problema; es un actor clave para buscar una solución», aseguró.
En definitiva, la cuestión es más importante. Apostar por la conservación de las selvas implica unir economía sustentable, justicia ambiental y respeto a los derechos de la naturaleza. Solo así será posible garantizar la permanencia de estos ecosistemas vitales para las generaciones presentes y futuras y que en todo el mundo cubren de media un 7% de la superficie terrestre del planeta. EFE / ECOticias.com