“Las plataformas que defienden la preservación del Medio Ambiente advierten que mientras muchas personas en Europa perciben que el gas natural es mucho más limpio que otros combustibles fósiles, las controversias en torno a su empleo están lejos de terminar y que tampoco se rendirán ante el avance del fracking.”
Gas natural ¿no contaminante?
Países como Alemania y Austria siguen restringiendo el uso del fracturamiento hidráulico o fracking en sus territorios, pero otros, entre ellos el Reino Unido, Dinamarca, España, Hungría o Ucrania apoyan abiertamente la exploración de gas de esquisto.
Recientemente, se ha añadido una nueva controversia al debate. El Reino Unido ha recibido su primera carga de gas natural directamente desde la Amazonía peruana, dado que la expansión del Canal de Panamá ha permitido al país andino incrementar sus exportaciones de recursos y, según el gobierno peruano, sus ganancias.
Los activistas ambientales, sin embargo, se oponen firmemente a esta medida, argumentando que ello podría dañar el delicado ecosistema de la Amazonia, al Medio Ambiente local y a la salud de su gente y que una vez causados los estragos, no hay dinero que los revierta.
Después de Alemania, el Reino Unido es el mayor consumidor de gas en Europa. En 2016, más de un tercio de la energía de las islas provenía del gas natural y ambas naciones alegan que las emisiones de CO2 de la combustión de gas natural tienen un potencial de calentamiento global considerablemente más bajo que el del carbón.
Pero Greenpeace y el Fondo de Defensa Ambiental (EDF) han advertido, que el resto de los gases de efecto invernadero asociados con el gas natural tienen un impacto aún mayor y citan como ejemplo al metano, que se filtra en la atmósfera durante la producción, entrega y uso de gas natural y puede ser hasta 80 veces más contaminante que el CO2.
A vueltas con las discusiones
Mientras que los científicos siguen analizando el impacto del gas natural en el Medio Ambiente, varios países de la UE están inmersos en un debate sobre la práctica de la fractura hidráulica, para extraer gas de esquisto.
Muchos de sus defensores, entre ellos España, están convencidos de que el gas obtenido por fracking puede garantizar la seguridad energética de sus países y fomentar un mayor crecimiento económico y alegan que no hay necesidad de preocuparse por los riesgos de salud, seguridad y Medio Ambiente asociados con este procedimiento.
Sin embargo, la oleada de oposición contra el fracking dirigida por las agrupaciones pro defensa del Medio Ambiente como es el caso Greenpeace, sostienen que la práctica contribuirá más al calentamiento global y aumentará el riesgo de pequeños terremotos.
Greenpeace cree que plantear un debate sobre la sostenibilidad de fracking sólo aumentaría nuestra dependencia de los combustibles fósiles, cuando lo que se debería hacer es invertir de una vez por todas en energías renovables.