El mundo se viste de solidaridad, o al menos eso es lo que persiguen las conmemoraciones o recordatorios de días en el calendario.
Hoy 5 de Junio es el día en el que recordamos que hace más de cuarenta años las Naciones Unidas estimaron oportuno “parar para analizar”. Sí, detenernos en una inercia, ya bien metido el siglo XXI, que dice muy poco de todo lo que las directivas, tratados y convenciones internacionales promulgan en beneficio de un patrimonio exclusivo de este planeta que dimos en llamar Tierra.
El mundo se viste de solidaridad, o al menos eso es lo que persiguen las conmemoraciones o recordatorios de días en el calendario. Hoy le toca al Medio Ambiente (con mayúsculas) pero al menos desde AMUS hoy vamos a intentar llegar a las personas de manera diferente, de forma trasparente y hacerles ver que esto del Medio Ambiente no es sólo reciclar los envases, tener una maceta que regamos todos los días, ir al trabajo en un medio de transporte público o ponerles pan a los gorriones en el balcón de casa. Hoy más que nunca además, se necesita una sociedad educada, critica, una sociedad informada, capaz de emitir juicios y plenamente facultada para exigir responsabilidades.
El mayor reto al que se enfrenta el homínido de esta era, tan dispar y cambiante como un crisol es, junto a mitigar su visón antropocéntrica del universo frenar la ingesta de unas sociedades enloquecidas por consumir y consumir sin aspavientos tierra fértil, bosque primario, recursos fósiles y energía. No vamos a caer en hablar de las inequidades, de las diferencias sociales y del yugo del primer mundo sobre el “submundo” no, esta conversación aparte de ser estéril no nos compite. Nosotros vamos analizar la situación de España y de las especies con las que invertimos todo nuestro esfuerzo y desvelo día tras día.
Sí, decididamente España posiblemente es el lugar en el que todo el mundo coincide para disfrutar del sol, del mar… pero también para poder sumergirse en unos territorios, unos paisajes sacados de cuento, un medio físico dibujado de hace cincuenta años y que en muchas zonas sigue sin desdibujarse, continua con todos los colores. España es un modelo, es todo un ejemplo- (no sabemos por cuanto más tiempo) pero quizás todo esto no sea debido a la buena gestión o la trayectoria de sensibilidad de nuestra historia. Con toda probabilidad sea fruto de factores culturales, socioeconómicos y por supuesto geográficos que han hecho sin apenas esforzarnos disponer de un territorio único sin saberlo y lo que es peor a veces sin valorarlo. En la balconada al exterior de este trozo del sur del continente: plural, especial en donde se entrelazan y se separan climas y hábitats singulares y divergentes se origina milagrosamente biodiversidad como en muy pocos lugares del mundo.
Este país estribado en más de un 50% en el mar se ha convertido en la última posibilidad en la vieja Europa de ver como el hombre interacciona con especies convertidas ya en tótem, valiosísimas como el buitre negro, lince ibérico, quebrantahuesos, la pardela cenicienta, el desmán de los pirineos, el oso o el urogallo. Pero los iconos no son sólo los que más se ven sino también aquellos otros no tan lustrosos, llamativos o grandes que se encuentran, si cabe, más amenazados como algunas especies de libélulas, aves esteparias o incluso algunos reptiles y anfibios.
Cuando llaman a estos cien años como el siglo de las mayores extinciones por causas no naturales es porque no lo estamos haciendo todo lo bien que deberíamos. Hasta ahora este modelo displicente ha servido, pero ya no. Es muy urgente que los gobiernos y comunidades autónomas lleven a efecto verdaderas políticas de desarrollo basadas en cumplir todas las estrategias nacionales e internacionales en beneficio de garantizar en el tiempo a estas especies y esos hábitats prioritarios que aunque no lo creamos están seriamente amenazados.
Puede llegar un día que las espadañas de nuestro patrimonio histórico-artístico no tenga cigüeñas o muy pocas, que no contemos más de diez buitres en Monfragüe, o que no veamos más de tres cernícalos primillas en la ciudad monumental de Cáceres o que simplemente una golondrina nos llame la atención por su escasez. No es una premonición es una realidad, tenemos una gran oportunidad pero ahora, refrendamos nuestro papel como ciudadanos de una sociedad que no calla, que no se deja engañar y que no quiere más propaganda ni televisión sedante. Este trocito del sur de un continente otrora soberbio, salvaje atesora todavía la magia, la seducción de unos territorios y una fauna irrepetible y que inexorablemente para bien o para mal dependen directamente de lo que nosotros los humanos hagamos.