AMUS, un año más se suma a la conmemoración de este día en el que los protagonistas son especies a las que nuestra organización le lleva dedicando mucho esfuerzo a través de importantes proyectos de conservación.
Precisamente cuando tenemos un equipo de especialistas desplazados al sur de Marruecos para analizar y marcar a un Buitre de Rupell– el segundo ya-, una de las especies testigo del cambio climático; nos autoanalizamos en un presente y un futuro inmediato rebosantes de acciones en beneficio de estos bioindicadores amenazados.
En un lugar de la vieja Europa, en un país que clausura o abre un continente se originó un mosaico de exultante diversidad biológica.
La evolución modeló unas especies dependientes a unos ecosistemas mediterráneos, genuinos, exclusivos de unos ambientes heredados de nuestro antepasado hombre ganadero, aquel que dio el paso en la domesticación en definitiva a la ganadería.
Puso en práctica, sin saberlo un concepto de biomasa adicional a la generada por los herbívoros salvajes.
Ya en los albores de la ganadería se comenzó a hacer conservación manteniendo a raya el matorral, controlando la superpoblación de fitófagos salvajes como jabalíes o ciervos, evitando incendios, favoreciendo el regenerado de la cubierta vegetal con el diseminado de semillas, fertilizando la tierra, e implementando comida a predadores y claro está a carroñeros, a los buitres principalmente.
Europa del siglo XXI; una España actual con la herencia de unas políticas sanitarias aún lentas y poco condescendientes con las aves necrófagas debido a la crisis generada por las encepalopatías espongiformes que hacen que todavía en mucho territorio se continúe incinerando las reses muertas, eliminando de esta manera una biomasa clave para las comunidades de carroñeros.
Sin embargo, es contradictoriamente uno de los países, según UICN, que alberga aproximadamente unas 85.000 especies de animales y plantas, lo que representa un 54% del total de las especies descritas en Europa y podría representar más del 5% de la biodiversidad mundial.
Este cómputo de elevada biodiversidad también es correlativo al gradiente de amenazas (se pierde más que se genera): parques eólicos, veneno, tendidos eléctricos, pérdida de hábitat y agentes asociados a la industria farmacéutica debilitan y erosionan aún más a este grupo de aves.
Así de las cinco especies con distribuciones ibéricas tres de ellas se encuentran con serios problemas de conservación: Quebrantahuesos, Alimoche, Milano real, una tímidamente recuperándose Buitre negro y la ultima- el buitre leonado- en aumento por factores a analizar.
En un mundo de continuo cambio propiciado por las sociedades humanas, los buitres también han modificado aspectos, entre ellos por ejemplo, sus patrones de comportamiento asociados a la búsqueda de alimento. Hoy muchos son comensales de grandes basureros o de grandes explotaciones en intensivo de cerdos o de aves.
Todo esto conforma unos nuevos enfoques y una revisión profunda de las consecuencias de la producción intensiva de carne.
AMUS, ha propiciado junto a otras entidades una estrategia que recoge diversos proyectos que analizan las problemáticas actuales y posibles y se ejecutan a la vez innovadoras acciones de conservación- con custodia del territorio asociada- y recuperación desde una plataforma emergente de expertos y entidades científicas de diversas partes del mundo.
Una de las características más sobresalientes de estos proyectos son el maridaje de gobiernos e instituciones privadas, universidades, laboratorios… y la real conexión con la población endógena de las áreas implementando un concepto nuevo denominado “activación rural” en el que el ganadero o el gestor de finca por ejemplo tiene un rol clave en las medidas de conservación, es un nuevo actor…por otro lado fundamental.
Para conocer los proyectos de Amus con aves necrófagas, consulta su página web.